miércoles, 19 de noviembre de 2008

REPRESIONES

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De dos a tres de la mañana pasaba algo fuera de lo usual en casa de los Ibarra, un florero fue el que dio el primer aviso al caer al suelo. Los niños pronto despertaron y brincaron de la litera, primero no sabían qué hacer y guardaron silencio, después se refugiaron bajo la cama cubriéndose con una colcha, les habían leído demasiados cuentos de suspenso. Un ladrón pensó Jorge; Rubénsito, por otro lado, estaba pensando en gnomos y duendes maliciosos, un escalofrío les recorrió a ambos la espalda cuando escucharon nuevamente otro ruido, algo como un grito lejano. Rubénsito trato de tomar la mano de Jorge, pero éste se porto valiente y le susurro castañeando los dientes No hay nada que temer, sus ojos decían lo contrario. Escucharon después de un instante el abrir y cerrar de una puerta, el sonido de gritos desesperados, muebles se movían, golpes que les retumbaban en los oídos. Cerraron los ojos pensando sólo en sus padres, a él golpeando al ladrón, a ella refugiada y con el mismo pánico que ellos detrás de la mesa de noche. En un acto heroico (porque generalmente estos actos son estúpidos) Rubénsito salió disparado hacia la alcoba de sus padres, gritando: déjenlos, déjenlos. Jorge descubrió que segundos después un gran silencio lo envolvía todo, sólo entonces se decidió a caminar hacía el cuarto de sus padres. Sus ojos no podían traducir los eventos, los trajes negros, los penes de plástico, los látigos, su padre con ropa de su madre, su madre con un pene negro y con picos a la altura de su pelvis, la sangre en el culo de su padre; el ruido sin voz, el miedo develado, su hermano en una esquina llorando. Quince años trascurrieron sin este pensamiento, hasta que a un hijo de puta sicólogo se le ocurrió que era buena idea rascar la superficie y escavar dentro de sus subconscientes. Al cabrón ya no le pareció tan buena idea cuando los hermanos entraron de noche a su casa y los violaron a él y a su esposa frente a sus hijos, todos al coro del llanto rogaban por el pronto olvido.
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viernes, 14 de noviembre de 2008

AMORES

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Un día se hastiaron las sirenas de los crepúsculos marinos
y de la agonía de los erráticos nautas. Y se convirtieron en
mujeres las terribles enemigas de los hombres.
J.T.

He was looking to the stars trying to get loose of the insupportable feeling of live. Drowning his sorrows with de cheapest wine, he was singing with his toes in the sand, he was crying with his words and cursing with indifference to the infinite black sea. I was standing there, watching him crush every single tough, killing every single hope; he was the poet without words.

Tras haber perdido la pequeña esperanza de un beso decidí morir. Tras haber meditado en el cliché de morir ahogado en alcohol reí para mis adentros, un ligero tarareo se escapo de mis labios; el alcohol es la fuente de las más intensas experiencias en las que me visto involucrado, por lo que me pareció adecuado recurrir a tan fiel compañero para estuviera a mi lado al momento de mi último aliento, después de todo mis besos siempre fueron suyos también.

I know I’m his doom. I know it, because even though I read the dreams in the clouds and make them happen and swim in the darkest fears and make them disappear, I did nothing for him. Don’t blame me; blame my stubborn eyes and their obsession to look far beyond de coal that covers him persistently like no other man.

Opté por morir bajo los brazos del mar, ser azotado por las olas contra las paredes escarpadas de los acantilados me parece una idea romántica, establezco de esta manera mi repudio hacia la discusión intrascendente entre dos amantes, hacia la imposibilidad de su reunión, hacia el cinismo de un dios que los hizo incompatibles y les dejo en los ojos iris sensibles a la atracción.

I hear the scream that breaks the silent dark, without tears or regret I said to myself: let him die, his poems will blossom while I sit back and watch a gleam of his glory.
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sábado, 1 de noviembre de 2008

RECLAMO

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No te engañes, detrás de todas las ventanas del mundo hay un par de ojos esperando admirarte, no dudo esto ni un poquito. Ya montada en viento corre la voz de tus hazañas. Escuche murmullos en el mercado acerca de tu lucha contra el orgullo masculino, de cómo pateaste miles de bolas con unas cuantas palabras y arrancaste lenguas a destajo con un argumento falaz y milenario. Visité algunos lugares de la provincia y el eco de tu nombre brincaba de cantina en cantina, donde los pechos roncos se enardecían valientes y gritaban tus falsas debilidades, sin duda lugares propicios para la bravuconería; sólo hacía falta un susurro del rumor de tu pronta llegada, para que todos los gritos se ahogaran y las caras se refugiaran de las miradas retadoras de los prudentes. Te aseguro que tu gloria será eterna, manzanos crecerán en todos los jardines, pero el peso de tu nombre será tanto que pronto el viento se cansará de cargarlo, los oídos oirán un eco distante y como todos los quehaceres del mundo pronto serás una costumbre errante. Embadurnada de cotidianidades esperarás conmigo, tras bambalinas, un grito que romperá todos los cristales, entonces me veré obligado a buscar una estrella para contemplarte.
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martes, 28 de octubre de 2008

ROMANCE DE OFICINA

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Una escena de martes por la mañana: un pasante de contador con un ridículo traje nuevo de pana, tan pasado de moda que está pronto a reclamar las pasarelas, se encuentra dubitativo ante la secretaria del contador y su imponente minifalda. Bien sabida es la destreza del pobre muchacho, el cual cubre sus intenciones llevándole mensajes inventados casi tan bien como ella cubre las suyas cuando se inclina a revisar un archivo ante el jefe. Siendo tan obvios los actos, todos en la oficina han optado por sufrir ceguera intencional por el puro gusto hacia el murmullo. Se ha debatido tanto entre los empleados, consecuencia de las puestas en escena de los torpes seductores, que ya hay partidos definidos: los que apoyan incondicionalmente al muchacho y lo vituperan en sus andadas (casi todos son casados); quienes ven en la secretaría una mártir moderna, guerrera de peleas vencidas (no es raro que la acompañen por el pasillo los llantos y kleenex de las cuarentonas y uno que otro marica declarado); otros, los más jóvenes, ansían saber de ellos juntos, retozando como mozalbetes; otros, los pocos -moralidad inquebrantable del bajío- , apoyan la idea de que el jefe abandone a su esposa y se fugue con la secretaria. Los motivos y razones son variados, incluso algunos piensan, juran y perjuran que si actúan tan raro es porque ya están ponchando. Triste desenlace sería saber que el muchacho y la secretaría en nada se atraen, y que pecan de sordos sólo porque disfrutan el reflector de los ojos y los múltiples cantos que llevan sus nombres.
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lunes, 20 de octubre de 2008

REACCIÓN AL THERAFLU

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Corre el agua por las hojas de los arboles inquietos. Las calles bajo los focos rotos emiten sus tristes ruidos de auxilio. El taconeo desesperado de las mujeres abandonadas resuena a lo lejos. El grave e inquietante olor a tacos cada vez se acerca más, seductor olor de barrio baja pedas. La pobreza azota con su látigo insensible la conciencia. La casa sin muebles reclama el abandono, la muy perra. El frio dirige la orquesta dental. Anforita vacía rompe corazones. Vergüenza ante un auditorio lleno, atento. Indignación sana que hace reaccionar a las piernas entumecidas. Los frenos, necios a funcionar con el suelo mojado. Los gritos de las personas en el puesto de tacos. La aspiración, a ser un voyerista profesional y compartir un hoyuelo en el cielo con los maestros, concretada.

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sábado, 11 de octubre de 2008

APRECIO

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Casi todos los días me viene a visitar una pulga, nunca es la misma. Creo que se dividió tan pesada tarea entre toda la comunidad residente de la Colcha para que cada familia mande a su niño predilecto a tan cansada tarea (empresa similar ocurre cuando los humanos escogen al primogénito como preferido y mandan al de en medio, con sonrisas y comentarios falsos y sublimes, a trabajos deshonrosos). Es por eso que todos los días me visita una pulga nueva, que en afán de demostrarse ante sus padres casi siempre es emprendedora.

No he crecido un hombre quejumbroso, pero tengo que decir que me molesta la inexperiencia que estas pulgas muestran, me hace dudar de la seriedad en su organización, especialmente tratándose de un cliente de tiempo como yo. Encuentro irritable que cada día se haga un viaje de reconocimiento de pies a cabeza y que se alojen en lugares que me delatan ante mis excelsos compañeros de trabajo como un pervertido sexual.

A pesar de tan evidentes inconvenientes nunca me he podido desprenderme de tan peculiar comunidad. No puedo negar mi admiración a la fidelidad de su causa. Inclusive me han tocado pulgas que al final de la jornada se alojan en mi oído y lloran sus interminables penas o beben un buen trago de sangre bien ganada durante la jornada, la mayoría de las veces ocurren las dos cosas, pero nunca se han quedado más de lo debido, responsables las ingratas regresan con el botín casi completo.

Un día unos chicos me aventaron una pedrada cuando trataba de vender mis latas. Nadie intervino. Recuerdo que ni el Mario ni Juanchas me ayudaron a levantarme y eso que son harto más jóvenes que yo. No los culpo, me ven a mi de lejos, su vida apenas los empieza a tratar mal.


¿Díganme cómo me podría desprender de mis pulgas? Son las únicas que se dignan a entablar una conversación conmigo desde hace 7 años. Aunque mi vida no ha sido la más justa, me regocijo pensando en la banalidades que preocupan a los demás hombres (dinero, seguridad, mujeres… ), pero hay días, cuando es imposible rechazar la melancolía, que me pongo a pensar incansablemente en esa pulga que vivió dos días.

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domingo, 5 de octubre de 2008

LA NOSTALGIA

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La melancolía es el color complementario de la ironía.
J. Torri

Un día Pedro Reyes T. empezó a extrañar su hogar, no aquel donde su madre tuvo el sangriento parto que dio comienzo a su desventurada y trágica vida (donde aprendió a caminar, comer y mear correctamente), sino aquel lugar de paso donde conoció a sus más alocadas amistades, personas sin sueño que perseguían damiselas acompañados de bulas con mezcal. Ahora que se encontraba de regreso en un viejo cuarto, rodeado de seguridades maternales y beneficios alimenticios, se sentía un poco alejado de aquello que lo mantenía motivado: las prohibiciones.

Pedro, muchas noches antes del suceso soñó acerca de su anhelo por el lugar sin nombre, por los rostros de labios carnosos y aliento de vodka que alguna vez lo acompañaron esperando el alba, por los cientos de diferentes vinos que lo hacían resucitar de su cotidianidad.

Me he preguntado muchas veces si realmente fue eso lo que pasaba por la mente de Reyes, después de todo era un tipo ordinario, iba a trabajar, tenía esposa, dos hijos, un carro y se hacía puñetas. Yo lo conocí antes y después de su regreso, el cambio era notable para aquellos que como yo pueden ver la tristeza en los ojos de la gente risueña. Nunca tuve oportunidad para confirmar mis sospechas y cada vez se me fue haciendo más y más común dejar de pensar en ello, hasta que pasó a ser otro pendiente en mi gran caja de situaciones irresueltas. Tal vez si alguna vez le hubiéramos hecho saber que tenía más de una opción las acciones no se hubieran desenvuelto de tan desagradable manera.

Por irreal que parezca la vida de Pedro es el sueño que muchas personas ingenuas se han forjado como meta. En efecto, dándole valor a las cinco clases de actuación a las que alguna vez asistió, Pedro se desplegaba con singular naturalidad en sus actividades diarias, una sonrisa ecléctica le acompaña la mayor parte del día -excepto en el tribunal, el baño y la cama- y todo mundo le envidiaba por ello. Vivía cómodamente en aquella parte alta de la ciudad donde nunca se ha escuchado de un asalto, un robo y las calles están limpias de excelentes seres harapientos y hambreados. Sus hijos eran todo un éxito en sociedad, habían sacado aquella parte distintiva de sus padres, que aunada a la inteligencia práctica de estos días les hizo la vida realmente fácil. Su mujer, a sus cuarenta y dos años tenía una presencia que todavía opacaba a las jóvenes exhuberantes amigas de sus hijos. Y es cierto, se puede decir que efectivamente Pedro vivía una buena vida, pero en realidad en cada paso vacilaba, por lo que digo que la sonrisa envidiada tal vez siempre fue de frustración ¿de qué? Nadie sabe.

Las pocas teorías que tengo acerca del desenlace de Pedro son inciertas. Tal vez ese año en el extranjero lo perjudico más de lo que todos piensan, tal vez nunca encontró el trago de mezcal que anhelaba en esta tierra llana, tal vez el fino cuerpo de su mujer era demasiado claro para memorizar y él era una persona de retos. Las teorías son muchas y muy variadas, es por eso que nunca pude dar un dictamen seguro a sus familiares y amigos, me apegue a aquello que era evidente: Pedro Reyes T. murió de exceso de bilis negra. Los moretones en el cuello y el pecho, los arañazos en la espalda, el olor a alcohol que desprendía el cuerpo después de cuatro horas en rigor mortis fueron síntomas que nunca pudimos explicar en el hospital. Ese día salí y fui directo a un bar a brindar porque Pedro encontró el camino de regreso. La visita al bar por un trago es ahora un ritual que aguanto con mi envidiable sonrisa ecléctica.
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lunes, 22 de septiembre de 2008

EL SÓTANO

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No puede ver la punta de sus pies desnudos, sus ojos son dos grandes aros de absoluta ceguera. La soledad se atreve, porque atrevida es, a invadir su cuerpo. Trata de escapar de sí mismo pero en cada intento se arrepiente. Se esconde en las tinieblas por el odio a sus ojos verdaderos. Por el aborrecimiento a las necias palabras que se fugan de su boca le asaltan deseos de saber coser y coserla. Sueña con el imposible ciego silencio.

Su subconsciente lideraba al estruenduoso sonido de sus pasos en las constantes huidas a un lugar donde la fealdad se disuelve en las sinceras luces de la oscuridad. Siempre pensó mucho de la noche que esconde minúsculas y significativas distinciones (ataduras del mundo conciente) pero creía que su sótano era más eficiente al borrarlas por completo, creando así un halo de belleza, negra nada que desnudaba y seducía a los visitantes del recinto.

Realmente odiaba esa parte humana que le exigía alimento, porque implicaba subir esas escaleras memorizadas por sus tristes pies desnudos, porque al abrir la puerta sellada la luz lo cegaba sólo por unos instantes, porque emergía un particular rencor al verse reflejado en el espejo de otros ojos, porque sentía su boca sangrante atravesada por involuntarios hilos de acero y aún así decía dolorosas palabras, porque las lágrimas secas le recorrían las mejillas y le perforaban el corazón, porque veía significativas diferencias sólo cruzando la mesa y más que nada porque sentía la impotencia de un matrimonio fracasado.

Hay que decir que varias veces trató de convencer a su pareja para que bajaran juntos al sótano, en todas las ocasiones se escudó tras el fabuloso mito del miedo a la oscuridad.
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miércoles, 17 de septiembre de 2008

LA FERIA

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En la neblina dos cuerpos se seducen, se besan, se arrastran por el suelo buscando un lugar para tenerse. Pasiones encontradas en pieles fundidas. Un sueño compartido de olvido, un pacto ruidoso entre dos seres de humo que montan un espectáculo para los pequeños residentes del pasto -seres de luz que comprenden la ignorancia de la raza joven de los humanos-.

La distracción es pretexto para detener las labores. Se vende más licor que de costumbre, se montan gradas, se vende helado, se apresuran a sacar las reservas de manzanas, peras y mangos endulzados. Vuelan algodones de todos los colores. Los artistas improvisan casas de terror en los olorosos tennis del joven y las niñas usan las zapatillas como resbaladillas. Tres ingenieros improvisan tomblings con las medias negras y llenan de aire caliente los calcetines que los niños utilizan como inflables (son los únicos que se atreven). No faltan algunos borrachines que se atreven a correr por las pantorrillas de la mujer, otros avientan confeti en el oído del joven. Todos tocan trompetas, agitan banderas y ríen por los movimientos torpes de los amantes. Después de un agrio momento, los gritos, las porras, la risa se tornan en la hipnótica música para los seres de sangre. Entonces comienza el dulce y rítmico baile, baile de besos sobre los cuellos, baile de besos sobre los labios, baile de miradas y caricias, baile de dos para un público por fin satisfecho. Dos atrevidos le dan vuelta a los pezones irisándolos, huyen por el abdomen aterrorizados al escuchar el ronco grito de uno de los abuelos de la aldea. Otros jovencitos llenaron de cerveza el ombligo y se encuentran nadando. Unas señoras ríen y escalan por los muslos del varón dando tambaleantes pasos. Se abren competencias de resistencia para averiguar quién puede lengüetear por más tiempo los pies del muchacho, los más jóvenes compiten por el primer lugar trepando de punta a fin por los cabellos lacios y largos de la mujer. Cientos de fogatas arden en torno a los cuerpos. Todos bailan, se embriagan, se cansan.

Con la feria terminada, los seres de tierra extienden una cobija de niebla sobre los amantes. Los niños duermen en las piernas de los grandes, que beben, platican, disertan sobre los más triviales temas. Suenan cantos de damas dolidas, de héroes acabados, melodías de sueño para acompañar al alba que se resiste valiente a pasar inadvertida, cae cuando los parpados de los amantes se cierran conservando así la noche, después de un último beso de feria.
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lunes, 8 de septiembre de 2008

EL SUÉTER

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Hay quien se levanta a las dos o tres de la mañana buscando un sueño, un relámpago de vida que solía estar a su lado, objeto de caricias e interminable delirio de torrenciales besos. La búsqueda se considera infructífera porque siempre lleva hacia la misma pared blanca. En este recorrido siempre hay un pequeño ataque de pánico y ansiedad, incluso muchas sesiones se acompañan de un ligero llanto (claro reclamo al dios en turno). Con el propósito del cambio se piensa en pintar la pared de azul. Nunca se concreta la idea. Hay noches, como perreras, donde la pared parece difuminarse. Son las peores, las que esperanzan. La desesperación lleva a mutilar los recuerdos, a romper y desangrar la sucia memoria ofensiva. Se prende fuego a las fotos y se apuñalan las cartas. Se llega a organizar con fe, igualable a la de cualquier feligrés devoto, múltiples ritos –obras de teatro de religiones prestadas- con el fin del olvido. Nunca hay una victoria total a pesar de que hay quien, acorralado, se refugia en la realidad, en la triste decadencia de la monotonía diaria. No la hay, porque inconcientemente hay algunos que, todas las noches, se engalanan con el mismo atuendo ajenamente esencial para la travesía en búsqueda de un sueño. Hay quien seguramente no nació para olvidar o, como en este caso, otros que simplemente se niegan a tirar ese suéter afilado.
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domingo, 31 de agosto de 2008

MARGINADOS

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Ayer mi sobrino inventado me preguntó sobre gnomos y duendes, respiré y contesté, tomándome el tiempo del mundo, todo lo que he aprendido de aquellas criaturas fantásticas. Una vez complacido el muchacho reflexioné sobre los seres marginales, aquellos que han sobrevivido el ataque de las letras en el paso de los años. A continuación nombro algunos de relevancia:

En la escalera se oculta el demonio de los besos. Algunos altaneros de pacotilla han dicho que no se esconde, que anhela ser pisoteado y humillado, los Soberbios siempre piensan que juntar los labios es un beso, tan arriba en los cielos ven el mundo que inevitablemente se trasmutan en Ignorantes. Según dicen, para entender al demonio hay que sufrir su experiencia milenaria, hay que sangrar en la piel y rasgar al prójimo. Este demonio no tiene nombre porque no lo merece.

Debajo del lavadero se esconden las hadas de las promesas y sentimientos, se esconden del agua, de la pureza enfermiza que contagia, porque sabiamente han guardado el secreto de que hay que vivir sucias, siempre bajo un amargo y doloroso espejo de sencilla felicidad. Son seres a los que les han dicho las Falsas.

En la sala están los seres más divertidos y creativos, hipnotizados por la tele y los videojuegos, los Desperdiciados les dicen ahora.

Aquellos que se hacen pasar por perros están en la calle, son seres que callan, son ruidosos incomprendidos que andan en jauría lastimándose, lamiéndose las heridas, han perdido el rumbo y utilizan el alcohol para agudizar los sentidos, muchos les dicen los Ingenuos.

Hay seres que se esconden en el jardín. Ellos le negaron a la vista vernos, dejaron de Ser para ser historia, mito, cuento. Ahora, anhelándonos y exaltándonos, viven bajo lluvia de lágrimas y ríos de arrepentimiento, seres de ceniza son los Ciegos.

Siete personajes voyeristas se esconden en el closet de la recamara, son viciosos de las peleas carnales y apasionadas, tienen ratos de gloria, pero generalmente viven en la decepción, son los Cotidianos. Todos les atribuyen –claro resultado de la desesperación ante estas últimas generaciones- ser los inventores de los juegos de mesa.

Hay seres ruidosos, seres vacíos que se visten para los demás, que hablan y ríen fuera de ellos a un eterno público en nostalgia. Existen sólo en otras lenguas. Estos seres, lamentablemente, se reproducen más rápido que cualquier otro ser y compiten por sobresalir en las tareas más banales y ridículas, no tienen motivación y siempre caen bajo los pies de los maquillados. Son seres milenarios que se han hecho maestros del disfraz, que se mueven en manada y se desconocen entre ellos. Estos seres son los Más Caras.

Por último hay seres (los únicos envidiables) que viven “felizmente”, son seres sombras que aprovechan la cercanía de los actos para sonreír y disfrutar con los errores de otros seres, son los Irónicos.
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sábado, 2 de agosto de 2008

SOBRE LA IMPORTANCIA DEL PAPEL DE BAÑO

Justo en el camión camino a casa un retortijón hizo que tuviera pensamientos de catástrofes que lo habían dejado en ridículo a lo largo de su ya no tan corta vida. Apretar sólo empeoraba las cosas pues el retortijón parecía disfrutar con la desesperación ajena, así que decidió relajarse y distraerse con cosas trascendentales, como la nueva teoría de que Dios usa bra con copas puntiagudas y tiene la fuerza de un travesti bien ejercitado, o que la individualidad, la falta de compromiso de la sociedad y la pérdida de la razón estaban dando a luz a un no tan uniforme concepto en el arte y la filosofía; todo esto ayudo (¿cómo no?) a que mantuviera sin ocurrir el accidente.

Estaba ya tranquilo cuando le hizo la parada al camión cerca de su casa. Pensó en lo afortunado que era de tener una casa tan cerca de la parada del camión, pensamiento que desvanecía la imagen del cuarto de dos por dos (con una cocina/sala-comedor-baño integrado/alcoba que conformaba su casa) y exaltaba lo afortunado de la vida del caballero.

Al bajar del camión y después de tres pasos el retortijón regreso con un pequeño ejército de compañeros, parecía que era inevitable combatirlos pues se reproducían en cientos, pero aún así hizo un esfuerzo, después de todo, era detrás de la puerta de su hogar donde se encontraba la salvación.

Dando brinquitos, que causarían envidia entre Bojangles y la güerita Shirley, fue -literalmente- apretando el paso hacia su casa. El lodazal y los charcos se presentaban como un problema –después de 33 años de no hacerlo- ya que lo hacían dar pasos innecesarios, los cuales producían cierto enojo al retortijón y aliados.

Todos saben que los logros se sufren. Ciertamente el caballero sufría tratando de no cagarse en sus pantalones, lo desconcertaba haber controlado la conspiración tanto tiempo (una hora y media aproximadamente desde su trabajo) y ahora que faltaban 3 minutos ser posiblemente vencido.

Los logros son extraños, en la recta final siempre exigen la concentración de un controlador aéreo o del venerado Sting.

A pesar de todo lo acontecido hasta ahora el logro estaba a unos cuantos pasos, la felicidad se confundía con la angustia, y la sonrisa con la mueca grotesca de la contención. Con una mano puñetera sacó las llaves que tintilaban en un sonar desesperante, chocando erróneamente contra la vaginita de la casa que -como todas las buenas hembras- hacia lo posible porque él fracasará, aún así, este caballero había vencido por una hora cuarenta minutos a uno de los más grandes males que azotan a la humanidad y tampoco se dejó vencer por este otro. Entró peleando con su cinturón como si se tratará del asesino de sus sueños, y volvió a vencer. Al inclinarse, a punto de cantar victoria, los aliados rompieron el cerco y encontraron su perdición en una emboscada histórica. Lastima que no fue perfecta – es sabido que toda emboscada deja atrás rezagos que necesitan limpiarse a fe de que no se entere la prensa y el público en general-. Y fue ahí, cuando su noble corazón se rompió: no había papel de baño. Rogarle a la señora de copas puntiagudas era innecesario, él dejó de creer en ese mismo momento en todo. Ellas siempre ganan pensó con la lágrima en la mejilla y un olor a muerte en la atmosfera.

domingo, 27 de julio de 2008

POSMODERNIDAD

El frío era cada vez más intenso conforme avanzaba la negra noche. Llevaban lo que parecía días de viaje, sentimiento que se acrecentaba por la incomodidad de los viejos asientos en los que sus posaderas habían hecho molde. Sin embargo, José llevaba ya un buen rato dedicado a una jeta digna del más grande y cabrón huevón. El Danny, por otro lado, estaba sufriendo una de esas noches de insomnio, consecuencia de tres jarras de café que habían comprado en la frontera y el stress de no llegar a su destino.

Al Danny se le venían constantes las imágenes de su casa, allá cerca del río donde dio su primer cogida. Imágenes y música eran su pensamiento, necesarias ambas para distraer al hambre que lo acosaba ya desde la mañana. Se trató de distraer con las estrellas del horizonte y vio allá a lo lejos algo, una llamarada que consumía el desierto. Una llamarada de luces, muchas e interminables luces. Fogatas, que se seguían una tras otra en millares, contendían una recia lucha contra las estrellas. Pensó en que debería de ser un ejército de personas, después de un día de marcha, esperando el alba tranquilamente alrededor de una fogata principal, o la fiesta de un pueblo en calma esperando ser ciudad. El Danny estaba cansado para seguir pensando y prefirió aclarar su duda con José:

- EEE GUEY, DESPIERTA!

El Danny pensó que la baba que mojaba la playera de José demostraba que se encontraba entre el cuarto y quinto sueño, pensó en su abuela, ella le decía que era peligroso despertar a alguien que estaba en el quinto sueño de una manera abrupta, podían quedar locos decía.

- eee guey, despierta por favor.

Y el bostezo e estirón se hicieron presentes, entre lagañas y baba José despertaba del cuarto sueño, tenía media erección que corroboraba que había sido despertado en un buen momento, pero pareció no importarle, la modorra le ganaba al enojo.

- ¿Qué pasó? ¿Ya llegamos? ¿Dónde estamos?
- Acabamos de pasar el rancho de los tíos de mi apa

La duda lo acosaba, el cansancio y el insomnio lo hacían ver cosas en la distancia, no lo creía, tenía que confirmarlo.

- Guey, ¿tú sabes que es aquello de allá, las fogatas esas?
- No seas mamón, ¿cuáles fogatas?, eso es GM.

Entonces la triste hada de la iluminación lo visitó. Pensó, reflexionó, digirió la cruel verdad que ella le reveló. Un escalofrío recorrió su cuerpo al tiempo en que pensaba en su casa y el río transformados, rotos. Era verdad, la posmodernidad había llegado primero que él. Una fuerza lo llamaba a dar la vuelva sobre sus pasos. Se sentía derrotado. Cerró sus ojos suavemente buscando, ciego, el quinto sueño.

miércoles, 23 de julio de 2008

EL PRINCIPIO DE LA PROBLEMÁTICA DE UN PESO

No hay muchas cosas estos días que puedas ajustar con un peso. En realidad el valor de un peso ha sido, desconsideradamente, devaluado. Hay que considerar que con un peso puedes comprar el chicle que garantiza no saber -o por lo menos no tanto- a tabaco cuando besas a la chica desconocida del bar que frecuentas. Un peso, en realidad no tiene mucha utilidad, pero te puede dejar en ridículo no tenerlo, incluso te puede salvar de ser asaltado (esto depende de la calidad moral del asaltante). No ajustar pagar la comida o la renta no se presenta como problema serio, pero sino ajustas una cerveza por la falta de un peso sientes que te traga la tierra, pues el peso, después de todo, contiene en sí una fuerza infrenable: la de la posibilidad. Un peso puede ser la diferencia entre el pasaje en camión o caminar hasta la punta del cerro, es decir, entre quince minutos y la decencia o una hora veinte y un olor tan penetrante que es imposible describirlo con letras. En fin, el pensamiento de que un peso es poca cosa es simplemente erróneo. Se admite haber existido bajo el pensamiento de que un peso no vale nada y que fue, en realidad, el no muy derecho camino de la historia que relató, entre emputado y consternado, un buen borracho de fin de semana la que comenzó esta avalancha de reflexión entre los presentes. Se transcribe a continuación lo que el susodicho dijo:

Ahí iba yo en mi camioneta, bueno la camioneta de mi jefe… está perrona un día nos vamos de rol… Te decía…bueno ahí iba yo a inflar un balón de fut que mi morra me había encargado…. Sí, juega fut… no no he ido a verla nunca… no pues porque no me gusta… te decía, iba bien bien tendidisimo por Carranza, o sea tendido, cuando vi una refa de bicis… dije ¡A huevo! de aquí soy… Ni creas, no me quiso regalar el aire, el cabrón me cobro un peso… pues le di una de a dos y después de que me dio el balón me fui. Neta mijo, me sentí bien raro… sentía que el cabrón pensaba que era un pinche hijo de papi… Sí, bien raro neta, me sentía pinche juzgado por el cabrón de las bicis, hijo de puta… a ver, ¿cómo no me regresó el peso que me sobraba el cabrón?

Por las limitaciones del medio se ha sustituido por … los tragos de caguama.

viernes, 18 de julio de 2008

CONFUSIÓN

- Dime, ¿Qué quiso decir?
- A ver, pues primero respira y dime, despacito, qué fue exactamente lo que te dijo.
- Pues me agarro media peda, ya sabes el jueves después de la casa del Mau le seguimos en la Dama y de ahí como que le saque y me regresé a la casa, ¡quién pensaría, dime tú, que me estaba esperando! ¡eran las 4 de la mañana chingao! Me sacó un pedo! ni te imaginas! y ya sentía el chingadazo! y la regañiza...
- A ver reina, ¿Te doy la impresión de que tengo tiempo? Vamos vamos, al grano.
- Bueno pues, me dijo, muy solemne: incluso cuando los ángeles vuelan tan cerca del sol se queman las pestañas, y se fue ¡así nada más! ¡¿qué voy a hacer?! ¡qué quiso decir?!

- ¡Jajaja como eres pendeja neta jajaja!, esa es sólo la manera de tu Pa de decirte que por más bonita que estés, si andas de culo flojo te va a cargar la chingada.

PROBLEMAS DE HOMBRES

Trago. Porque los hombres rara vez hablan de algo importante sin una botella de por medio.

- Bueno, y ¿Cuál es tu pedo?
- No mames wey, pues lo mismo de siempre.
- Pinches viejas.
- No es eso, es que ahora es diferente.
- ¡No mames que estás enculado!
- Pues no, así así no.

Trago. Porque confesar es una acción que rara vez no va a acompañada de un trago.

- ¿Tons que chingados es?
- Pues sí, es una vieja.
- Te dije jajaja pinches viejas perras.
- ¡Pero ésta es diferente!

Trago. Porque para pendejiar a alguien cercano a ti siempre es necesario un trago.

- Siempre dices lo pinchemismo, ves un rabo y te enculas, neta pasa más pincheseguido que lo que el Miguel se hace una puñeta.
- Jajaja ese cabrón puñetero… pero neta mijo ahora si valió madre, estoy más que enculado.
- Puta madre y ¿quien putas es? ¿de que toloache te dio?

Trago. Porque todo es más fácil así.

- Pues con decirte…
- ¿Con decirme k cabrón? Saca el pedo, no hay fuga.
- Pues con decirte que la sé de memoria, toda ella.
- ¿Coge chido o k?
- ¡Puta madre guey te estoy tratando de decir algo!
- Ya hombre bueno sácalo.
- Puta madre yo aquí tratando de platicar y sacar mis pedos y tu con tus pinches mamadas. Pero bueno ya qué putas le voy a hacer.

Trago. Para el coraje.

- Ya guey perdona y dime qué pedo con la morra.
- Bueno pues…

Trago. Porque no se necesita justificación para un trago.

- Me la sé de memoria…
- Ya me habias dicho.
- ¡Puta madre! ¡¿me vas a dejar contarte o no?!
- Ya hombre dale.

Trago. Para agarrar el hilo de las cosas.

- Bueno pues, me te digo que me la sé de memoria, toda, cada recoveco de su cuerpo, el sabor de su piel en mis labios, el olor de su axila, de su cuello... tan mamón está el pedo que sé como se sienten sus ojos cuando no la veo. Me sé todo carnal.
- Achis! ¿Así de melodramático está el pedo?
- !Puta madre!... No es melodrama mijo… es amor.
- Puta madre y dale con lo mismo, de seguro la cabrona ya te mandó a la chingada por otro culero, y andas aquí nomás pendejiando en vez de que te vayas a buscar un culito fresco.

Trago. Porque la realidad pesa.

- No pues, eso ni cómo evitarlo mijo, pero te diré… neta extraño las platicas, los besos, los agasajos… la morra neta me ponía bien cachondo...
- Oh pues! Qué era tons? Calentón o enamoramiento, dejate de pendejadas neta para qué nos hacemos pendejos... siempre es lo primero, ya hombre mejor toma y hablemos de otra cosa, por ejemplo me dijieron que el Berna anda de calentón con una morrita de prepa, pa que veas ese guey anda por buen camino ¡y no mamadas!
- ¡Y eso a mi que putas me importa!

Trago. Porque la envidia siempre sabe amarga.

- Bueno pues, sigue platicando.
- No guey, ya no.
- ¿Por qué no?
- No guey nomás, mejor hay que olvidarlo, ¿ya qué le hago? No me quiere, no me quiso, jamás me perdonará lo que pasó con la morrita de Monterrey.

Trago. Porque el orgullo casi siempre gana.

- No pues eso que ni que… las morras no perdonan nunca.
- Pues sí, toma, pon unas rolas paro.
- Va que va ¿Cuál quieres?
- La que sea que sea pa bailar.
- Oh pues! ¿No que muy pinche aguitado?

Trago. Porque da empuje.

- Pues sí, pero se me antojo sacar a las morritas de allá al fondo, ¿vamos o qué?
- Cabrón cómo rebotas, a huevo que vamos, déjame pongo las rolas, nomás ya sabes… no le vayas a decir a la Ely, si se entera que ando de cabrón me manda a la verga.
- Nee carnal yo ni madres que digo, ya sabes.
- Conste. Aguanta.
- Va.

Trago. Porque permite continuar…

jueves, 17 de julio de 2008

INTERTEXTUALIDAD DEL GATO

Iba divertido escuchando sus pasos que producían un gracioso sonido al subir las escaleras del condominio. Vio de reojo todas las bolsas y botes de basura. Pensó, los humanos, más que nada, somos creadores de basura. Pensamiento que se esfumó cuando se dio cuenta del dia, miércoles, el camión pasa a las 11 por ella. Siguió, indiferente, escalando al último piso.

Afuera de su casa lo vio, una mirada fija y amenazadora, sin embargo: rendida. Nunca le había agradado del todo, lo consideraba un capricho, también lo consideraba promiscuo y desagredecido, pero lo lastimó seriamente el ver su majestuosidad atravesada y humillada. Trató de acercarse y algo lo impidió: el goteo de su cuerpo, su no parpadeo, su no movilidad. Eso explicaba la pequeña cascada en las escaleras. Una suerte de miedo y asco hicieron que entrara rápidamente en el departamento. La miro a los ojos, grandes ojos sin fondo. Le entregó los pepinos que había encargado y fue a refugiarse en su cuarto. Esta vez, sin pensarlo, le hecho cerrojo.

SACRIFICIO

Ahí estaba, tendida a un lado de una pila de huesos. Veintiséis años de diferencia entre ellos, casi como su matrimonio. La algarabía de los penosos no impedía la aflicción verdadera y sin lágrimas de los lastimados. ¿Cómo ofrecer los respetos? Un sacrificio como a los dioses de antaño, vírgenes que desfilan en nombre de cada uno de los presentes, en la primavera de sus vidas, sacrificadas como pago a la entrada de un dudoso cielo, sin embargo puestas ahí, con devoción y esperanza de los ciegos, para que acompañen en su viaje mortífero a tan honrosa dama. Hay un destello en un alma negra, perdida y renegada deseando que las vírgenes sobre su ataúd sean suficientes para cumplir el ingenuo sueño de los mortales, pero sino es así, que su aroma se impregne en los huesos de los ahora eternos amantes.

domingo, 13 de julio de 2008

LA PLAYA

*

Juntando los pies en la tierra mira el horizonte que le regresa la mirada. Goza la brisa tierna en su cara, las manos ocupadas se deslizan en movimientos rutinarios: prende un cigarro. El aire tan puro, tan deliciosamente sano lo vicia, lo mata. Disfruta muriendo en una escena despejada, apacible y serena. Desencaja, se entretiene con pensamientos de una ciudad que ha dejado atrás, el stress de vivir apresurado, de un ir y venir sin objetivo, no importa. Está muriendo en un bello paisaje, con los pies desnudos en esta tierra de lava, el sol le guiña y se esconde corriendo de su amante nocturna, una matrimonio como tantos otros.

Cierra los ojos por una eternidad, regresan con estrellas los recuerdos innesarios, tristes, locos…otro cigarro, a ver si esta vez tiene la cortesía graciosa de la muerte con el último aliento. Inhala, siente y escucha el coraje de este mar que quiere recobrar sus dominios, escucha cómo esta tierra lo rechaza, estas piedras afiladas no son armas ante el odio eterno del agua. No hay ruido de carros, no hay luces, ni gritos.

Mira a su alrededor, está solo, prende otro cigarro, le encanta estar solo, puede estar solo, siente el cosquilleo, las piernas no le levantan, siente el peso de sus manos que luchan llevando la muerte a los labios, fuma, descansan, duerme, esta vez no despierta.

Muerto se levanta, se viste, va a trabajar.


***

Sentado detrás del escritorio veo el rostro iracundo del jefe, en realidad no estoy escuchando, lo veo, veo el parecido de esa persona con los monos que vi en el programa de televisión la semana pasada, colorado, moviendo apresuradamente sus manos, amenazante – macho alfa de sociedad perturbada-. Como con el programa, la risa interna dominó mi cuerpo. No lo escucho, lo veo. Me he fijado durante algunas semanas en el comportamiento, el comportamiento de la gente.

*******

La señora de la esquina todos los días le dice: Buen día joven. Ella tiene como sesenta y tantos, la edad no es caritativa con ella, es más vieja que los años. Él no cuenta sus años, sólo sabe que de joven no tiene ni un solo cabello, cree que la juventud le había abandonado aquel día que murió y siguió caminando.

Observa a la señora durante unos días, pero ella nunca, nunca le mira a la cara, la frase siempre la decía mirando la pared con graffitis interminables de jóvenes enojados. Después de la duda y la intriga de unos días se dio cuenta que no miraba la pared, sólo lo ignoraba, una ceguera fingida, un desprecio silencioso.
Se detuvo y la contemplo de espalda. Se detuvo dos minutos esperando que la señora volteara para cuestionar tan singular comportamiento, siete minutos pasaron, la ceguera pretendida era un disfraz cada vez más inocente e irreal, sin embargo constante. Quería seguir su camino, entender que no era bienvenido, la duda sin embargo se volvía insoportable, así que caminó y tocó el hombro de la mujer:
- Buen día joven.- Renuente a voltear. Una mujer sin rostro, intrigante mujer con secreto agresivo. No hablaba, no veía, odiaba y saludaba cordialmente con la cabeza gacha.
Es por eso que no ve, es por eso que lo saluda, es por eso que lo respeta: por la muerte que corre por sus venas, sus huesos, su todo. Sigue, por fin su camino, pasa el tiempo flotando en este tumulto de gente que respira, camina y no vive sin su permiso.

*****

Lo veo ahí gritando como loco, moviendo las manos desesperadamente, lo estoy observando, lo ve a los ojos, mira a la persona que esta sentada en silla detrás del escritorio, lo observo gente sin rostro. Lo veo agarrarse el pecho, lo veo caer y dejar, poco a poco, de respirar. La persona detrás del escritorio no se mueve, ríe desde dentro, ríe por el poder que tiene sobre las personas que le miran a sus ojos, siente que sienten su respeto. Las nauseas se apoderan de mi cuerpo, un respiro, un cigarro.

***

Despierto, la arena en mis pies desnudos, el sol en lo alto de la bóveda, diamantes incrustados en el agua en calma, el aire discreto que pasa, mis manos en su movimiento rutinario: prendo un cigarro, quiero morir soñando.

sábado, 5 de julio de 2008

El ADMINISTRADOR

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La espalda del joven administrador no dejaba de molestarle, era una punzada en la parte inferior que ya con este día tenía una semana causándole los más intensos dolores ¿Por qué un dolor tan agudo puede ser soportable por tanto tiempo? No quedaba otra explicación, el joven estaba tan ocupado que no podía darse el lujo de hacerle caso. Después de las desveladas y el stress del trabajo la casi rota columna parecía un simple piquete de zancudo, molesto de vez en cuando, pero insignificante para la mente distraída.

Para el joven todo se complicó al despertar cierto día de invierno y no poderse levantar de la cama. Simplemente sus piernas no respondieron. La alarma ya lo había despertado hace ya varios minutos y su cuerpo, sin embargo, se negaba determinadamente a levantarse. La frustración de no llegar a tiempo a cerrar un trato en el cual venia trabajando hace más de dos meses le hacia sulfurar de coraje, pues llegar tarde a esa junta también significaba no llegar a tiempo a la comida con sus compañeros de trabajo y esto provocaría perder la función de cine que había planeado con una morrita de tetas grandes que le gustaba -que por cierto había estado posponiendo por cuestiones de trabajo-, la migraña que esto le provocaba opacaba en momentos el dolor, ahora suave, de la columna.

Medio hora después, el alba en su apogeo, el sudor recorrió su frío cuerpo. Levantó su torso para alcanzar el teléfono que estaba sólo a unos dos metros de distancia, sobre una cómoda que parecía albergue de aparatos electrónicos (celulares, palms, cámaras, chips, diez controles –de video, dvd, modular, tv, aire acondicionado, luz, etc.-). ¡ZAZ! Un madrazote y nuestro joven amigo estaba tendido en el suelo sin poder explicarse el porqué de aquello. El dolor de la espalda por fin había superado al stress y había alcanzado magnitudes desproporcionales, era insoportable, llorar era el primero y el más lógico recurso, pero no había lágrimas voluntarias para salir a manifestarse, gritar por ayuda era el segundo paso, pero los gritos no se dejaron escuchar, basta decir que pensar fue el ultimo de los recursos solicitados.

El tiempo dando pasitos tranquilos contemplaba a nuestro compañero que, cansado de reñir consigo, estaba tirado en medio de su cuarto helado, sin moverse, sin aliento y sin energía suficiente para pedir ayuda. Era en realidad un muertito con los ojos abiertos, la vida tiernamente pasando por ellos -como los alcohólicos a los cantineros-. Ciertamente era hermoso contemplarlo tirado ahí sin posibilidad alguna de escapar. Yo que lo he inventado tengo un mueca distintiva de orgullo en mi rostro -es algo que puedo hacer- tirarlo e incapacitarlo por unos minutos, tal vez unas horas, que vea su vida impresa en estas letras y que no dude ni por un momento de cada una de ellas y su capacidad ilimitada.

Después de cinco largas horas, el joven siente un poco los pies, las piernas, los brazos, las manos… el regocigo es tan grande que su mente es incapaz de traducirlo, su simpleza de humano se manifiesta en una sonrisa característica de aquellos que se asombran de las cuestiones inexplicables para sus débiles y patéticas cabezas. El hijo de puta alcanza el teléfono, se disculpa con alguien, que no va a volver a pasar, que en un minuto está con ellos, que tuvo un contratiempo, que ya está saliendo, que lo esperen, que ordenen… sin saber, claro está, que yo lo puedo matar en cualquier momento.

jueves, 3 de julio de 2008

Hay días que sales de ti para visitar otros cuerpos. La visita empero no dura mucho tiempo, será unos segundos a lo mucho minutos, tal vez después de la clásica sucesión irreal de pedazos de vida y ratitos indomesticables de hechos. Pensaste en algun momento que no hay como vivir fuera de ti, que no hay nada como no ser tú (Te gana la comodidad los días de lluvia y de invierno). Pensaste en que puedes ser otro más en este mundo, corriendo como otro por las calles que se desnudan ante ti revelando sus colores verdaderos, gozando del sexo como un animal sin cautiverio -sin correas ni latigos ni anillos, y obviamente sin contratos- y, llegar después de un día de no ser tú, cómodamente a la cama, descansar y pensar quién podrías ser mañana.

Al nuevo despertar del día prosigues en esta búsqueda del mejor no tú… esta vez escogiste ser un intelectual en el autobus, un empedernido a la hora de almorzar, un zoquete sin cerebro cuando viste a la mujer morena de ojos azules y tetas grandes por la calle de Alonso, un soberbio empresario cuando quisiste hacer un trato jugosamente gandalla por un trabajo de la escuela, durante la hora de la comida fuiste un hambreado ( ya que es natural estar, siendo estudiante, acostumbrado a este personaje), y a la hora de la lectura fuiste tantos que no puedes contarlos con las manos, y después, en un paseo de regreso a tu castillo encantado, fuiste un romántico. Otra vez dejaste a todos esos que no son tú fuera de tu casa, fuera de tu cama y las sabanas, fuera de tu sueño. Volviste a ser tú.

Y al alba del quintomilésimo día te aburriste de ser otros que no son tú. Por una convicción inexplicable, por un impulso nato de perpetuarse escogiste ser tú mismo y traicionarte. Entonces, estúpidamente tomaste un libro y lo bebiste como el alcohol que te apresuras por las noches para tratar de sacarte a la superficie y vencer así a los otros que no son tú. Inocentemente te convertiste en muchos otros durante interminables horas, horas que se vertían unas a otras en sí mismas y se desvanecían en la cascada del olvido que cae por una ventana de julio.

Te diste cuenta -¿Tú o alguien más a quien juegas ser?- cuando escribías unas líneas en un cuaderno de aire, que esas personas que no pueden ser tú porque los niegas y son tú porque los dejas han usurpado tu lugar, les ha tardado la vida pero finalmente tú eres el vivo reflejo de ellos. Resignado a lo inevitable vives muchas vidas y vives como muchas personas y personajes, y respiras de mil maneras este aire embriagador que todos respiran tan dulce e ingenuamente: negándose.

domingo, 29 de junio de 2008

IMPOSIBILIDAD DE ESCRIBIR ACERCA DEL CHOCOLATE

Me he visto en la penosa tarea de encontrar alguna justificación para no escribir acerca del chocolate. Lo que parecía ser una empresa clara y sencilla se ha convertido en estas tres semanas en algo completamente infernal, casi comparado al trabajo de una tesis, no por menospreciar una tesis, sino porque supongo que deben de tener muchos momentos como el mío, es decir, de no saber que hacer, ni que fuente consultar, saber si lo dicho no está dicho, y si está bien dicho, y todas esas cosas que perturban hasta los momentos más sagrados y terminan dejando esta sensación de querer aventarse por el balcón.

Se supone que escogí el tema del chocolate porque era algo trivial ¡pero no! Quién podría vaticinar que el chocolate tiene una historia que confunde hasta los más grandes investigadores. Simplemente si fueran escritos los usos que tiene el chocolate estos ocuparían una tercera parte de la biblioteca de la facultad, bien porque la biblioteca es pequeña o bien porque los usos son bastantes. Así que, resignado decidí abortar la misión.

Sí, la he abandonado, no porque la historia no me guste. El chocolate tiene raíces aquí mismo en América –casi casi a la vuelta de la esquina- y, aunque lo sabía de antemano, no pude evitar sentir cierto orgullo acerca del dato. El chocolate era el alimento de los dioses, no de los dioses de ahorita que promueven religiones que salen del horno cada cinco minutos, no, yo hablo de los dioses viejos, de los dioses mayas, de los aztecas, de nuestros antepasados. ¡Imagínense a un estudiante como yo, hablando del alimento de los dioses! No, por no regarla, es por eso que renuncie a hablar del chocolate.

Aunque no crean, no pude evitar notar que el alimento de los dioses era un principio de discriminación, lo digo porque este tema siempre ha despertado el lado más agresivo de mi ser, la discriminación no el chocolate. Y sí, sólo los sacerdotes y los guerreros tenían el honor de probarlo, costumbre que duró siglos y siglos hasta que llegaron los españoles, y los aztecas por verlos blanquitos que les ofrecen chocolate, no no para cambiarles el color, sino porque inocentemente los confundieron con dioses (Tal vez por aquello de que lo inexplicable es clasificado dentro del rango divino). Y ahí, en el principio de discriminación entre humanos, fue el principio de discriminación del chocolate, bueno no ahí, pero despuecito, digo cuando se llevaron el chocolate de aquí para el otro lado del charco. Exactamente ahí fue cuando dije: ¡ya no! ¿Como voy a hablar de un chocolate pervertido? Digo pervertido, porque cuando se cruza el charco hasta las costumbres más arraigadas cambian, mutan, se adaptan para bien o para mal. Así mero le paso al chocolate, y fue cuando dije neel ya no voy a escribir del chocolate.

¿Y qué pasó? Pues que la historia me volvió a engatuzar, yo queriendo olvidar el tema tratando de leer una novela acerca de un tal Casanova y ¡ZaZ! Que resulta que el mendigo usaba el chocolate para envolver a sus victimas, bueno no era lo único que usaba, pero sin duda era una de sus armas más efectivas. Y cuando un hombre ve una oportunidad, primero la aprovecha y después averigua porque jaló ¿no? Bueno yo la aproveche y sí, efectivamente el chocolate te puede ayudar a conquistar una mujer. Que quede claro, yo no la conquiste, yo nomás la lleve a la cama, pero como los tiempos cambian, yo vi las dos como un empate semántico. Pero ahí empezó otra vez el cuestionamiento ¿y si fue pura suerte? ¿y si cada mujer necesita de un chocolate en especifico? Y otra vez a consultar libros y datos y más libros, y como ya no había libros pues Internet y paginas en ingles, en francés y portugués. Estas últimas dos no me sirvieron para nada simplemente porque no entendí un carajo, pero las fotos me indicaban que decían algo similar a las de español y las de ingles que después de dos o más lecturas sí entiendo.

Ni les digo, fue un quebrarse el coco, lo que había pensado de la perversión del chocolate era cierto, todos los pueblos europeos en algún momento de la historia le metieron mano a su manufactura. Si a los aztecas y mayas el chocolate les sirvió como moneda comercial, en Europa lo utilizaron como una moneda social, es decir, el rango del chocolate indicaba el círculo social en que te desenvolvías. ¡Ley no escrita más hipócrita no podía existir! ¡Conozco reinas que se dejan llevar por el leproso si éste le ofrece una taza de chocolate caliente! Claro esto es una exageración (no conozco a ninguna reina en persona) pero quiero hacer énfasis en el hecho que el gusto por el chocolate no es determinado por las clases sociales. Y con esto otra vez empecé a estrellar mi cabeza contra la pared, pues resulta que el chocolate es sensorial, se aprecia por todos los sentidos que puede poseer el humano, incluso el chocolate ha sido recurrentemente asociado al sexo, ¿y como un hombre como yo puede ignorar este tipo de temas? Pero también, ¿Cómo hablar de ellos? No porque no sepa algo de éstos (poco aunque sea), sino porque se complica todo cuando llegan todos los sentidos en bola, uno como quiera, pero ¿todos?

Y por otro lao: ¿Cómo iba a saber que tipo de chocolate usar con las mujeres, chavas, chicas, como les quieran decir? Nombre casi me voy de nalgas cuando vi la cantidad de clases de chocolates que hay en el mundo. Y como les dije, el país no garantiza el gusto por el chocolate, así que si quieres ligarte a una morrita de suiza mejor ten en cuenta que igual no le gusta el chocolate suizo.

Cómo les gusta complicar las cosas a los europeos, nuestros antepasados lo mantenían simple, era la semilla de cacao con aguita caliente y ¡ya! Sí, fue mi primera impresión, y no no odio a los europeos, pero han amolado muchas cosas a lo largo de la historia, y así como cerrar los ojos y hacerme guey no se me da (bueno, estoy escuchando a Sandra decir lo contrario, pero yo me refiero solamente a este pasado y punto). Bueno este no es el caso, y ahí fue cuando decidí no hablar más del chocolate, digo ¿Cómo les voy a dar crédito a los europeos por algo robado? Digo, sí, le cambiaron casi todo, pero aún así, en una corte de Estados Unidos los demandamos y ganamos. Con decir que la palabra viene del Náhuatl ya casi veo los millones pagando la deuda externa.

Pero a pesar de mi disgusto continué mi investigación. No vayan a pensar mal de mi, no soy ningún fauno alocado, ni ando alzando faldas por aquí y por allá, simplemente soy un hombre que le gusta estar preparado y que mejor que el chocolate para ello. Hasta ahora tengo en mi despensa: chocolate en polvo (para las naquitas), chocolate de cobertura (para que tienen antojo de pastelitos o fruta), chocolate negro superior (para las de gustos costosos), chocolate amargo (para aquellas que disfrutan sentir el sabor casi original), chocolate fondant (para sumergir casi cualquier cosa en él…ojo…casi cualquier cosa), y después toda la clase de chocolates pervertidos que han sido popularizados por la industria norteamericana: chocolate blanco y chocolate con leche (para todas las gorditas que adoran el azúcar), y por último el chocolate con almendras o avellanas (que no mas sirve para cobrar más por ponerle la semillita adentro). Sí, es mucho chocolate, pero mis expectativas son altas.

Con decirles que todo lo que guardo en la alacena no es nada comparado si quiera con todos lo modos en que el chocolate puede ser preparado, un 10% tal vez sí, pero no más. Así, con este tipo de estadísticas ¿Quién no hubiera abandonado la tarea como yo? Y lo hice, el sábado para ser exactos. Me fui con unos amigos a una tocada de La Maldita, y ¡zaz! (ya con minúsculas porque después de dos veces ya esta más difícil que te sorprendas) ¡Que resulta que no vendían nada de alcohol! Quezque era un evento cultural y tralalá… ¡no mas vendían agua, refresco y chocolate!!! Decidí ignorarlo y compre un agüita, digo porque además iba con el toque que logramos pasar. Pero los dioses son perros, ahí ta que en la cuarta canción me tuerzo el tobillo. No le di importancia, digo andaba bien arriba, pero al otro día no me la acababa. Y así pasó lo que tenía que pasar, mi mamá me llevo una tacita de chocolate caliente, casi lloró, no de gusto, sino porque sentí una especie de paranoia persecutoria como la de Fernando en la novela de Sabato, pero a mí nada que me siguen ciegos, sino el chocolate, ¡spooky! la esencia del chocolate.

No les voy a mentir desistí 100% de escribir acerca del chocolate, pero me he dado a la tarea de probar cuantos tipos y modos de chocolate hay en este mundo, no porque quiera ligarme a las morras, sino porque espero que así pierda la paranoia adquirida. Les digo, hubiera abandonado la investigación en cuanto abrí el primer libro, tal vez y sólo tal vez no tuviera esta sensación de ausencia, digo, después de sentir el chocolate y saber que corren por tus venas cientos de años de perversión, se vuelve adictivo. El chocolate seduce, el chocolate hace que delires, el chocolate insita. No me deja abandonarlo, y me parece que tengo que aprovechar el poder disfrutar el alimento de los dioses, o tal vez las drogas que estoy tomando para el dolor del tobillo me estén produciendo efectos secundarios. Por lo pronto es determinante mi renuncia a escribir del chocolate. Hoy probé el salmón bañado en salsa de chocolate y vino blanco, acompañado de una ensalada portuguesa de aceitunas negras rociadas con chocolates de chispa, y aderezo de chocolate caliente blanco, como para morirse…

sábado, 28 de junio de 2008

ROSARIO

La piratería de ideas es algo cotidiano en un mundo donde la originalidad de éstas escasea gravemente, es por eso que no me cuesta admitir que este texto es robado -casi en su totalidad- de una mujer de zapatos rojos. Mi intervención, supongo, es lúdica. Esto es disculpa, arrepentimiento y clara justificación de este acto.
.
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La falda le llegaba un poco más arriba de la rodilla.
Sus zapatos median exactamente once centímetros de tacón.
Las medias de red tenían un hoyo en la pantorrilla derecha.
El escote de su camiseta negra mostraba un sujetador rojo con encaje.
Sentada frente al parque, lloraba. Lloraba sola, con las manos en la cara, y el rimmel corriendo por sus mejillas.
Nadie se detenía a consolarla, eran las once de la noche, y era un elemento más del paisaje de la ciudad.
Se levantó secándose la cara y caminó por la avenida. Sacó un espejo, y volvió a pintarse las pestañas. Estaba lista.
Llegó a su semáforo. Se recargó sacando el pecho, y cruzó la pierna de manera que se tensaran sus músculos.
Paró un coche, y se subió en él.
Al volante del pequeño carro clasemediero, un hombre gordo, lentes gruesos, ropa barata y mal combinada, sucio, feo, en fin un tipo regular e insignificante.
Quizá esta vez no tendría que llorar.
Quizá esta vez no le pegarían.
Quizá esta vez no importaría que fuera un hombre...

LOCURA

- Relativamente. Fue lo que me dijo Pepe.

Se refería a que todas las mujeres están locas. Claro supuse, relativamente es una respuesta de esperarse de alguien va acompañado de su novia. Relativamente es una mentira. Pepe y yo lo sabíamos. Es un hecho que todas las mujeres tienen por lo menos tres tuercas sueltas.

Ese día en especial me resultó pesado y casi desbordando en traición el comentario de Pepe. No lo tenía que decir y sin embargo lo dijo. El cabrón sabía que pasaba un mal momento a consecuencia de una chava muy especial. Ella era relativamente loca como todas. A diferencia de las demás a ella no le sentaba nada mal. La locura en una persona tan bella es mucho más compensadora de lo que se puede pensar, en su caso la hacía normal, loca claro, pero como todas: alcanzable.

Lo malo -y de lo que he caído en cuenta hasta ahora- es que todos los hombres estamos relativamente locos también. El simple hecho de que esas destuercadas nos atraigan significa que nosotros, hemos o estamos por perder algunos tornillos. Conquistar una mujer es un proceso en el cual el hombre se trasforma, irrefutable es que nunca se es el mismo al final. Los resultados dependen del éxito de la aventura, algunos pierden más tornillos de lo normal como en mi caso que suelo arriesgarme demasiado. Es triste en realidad pensarlo dada mi situación. Estoy un poco más loco –o mucho más loco- que cuando la conocí. Lo sé, lo siento. Creo que por eso le pegué a Pepe, por recordarme con su relativamente lo loca que ella estaba, por hacerme dar cuenta que en realidad había perdido más tornillos de lo normal.

Creo que hay lógica en mi pensamiento: entre más loca la mujer más tornillos en riesgo. Y sí, aquí está el resultado, para comprobarlo está la nariz rota de Pepe. Estoy más loco por la culpa de una loca. Si no fuera tan hermosa jamás habría tratado de conquistarla. De hecho, su belleza me hizo dudar por un momento. Casi desisto en la travesía de la barra en que me encontraba a la esquina oscura donde estaba su mesa, de hecho nunca me habría acercado a ella si no fuera por Daniela, una amiga de antaño, loca loca, la más loca que conozco. Todas tienen 4 ó 5 tuercas sueltas, pero para Daniela 30 son poquitas, casi nada.

Como Daniela y yo nunca hemos pasado de amigos, jamás ha sido una amenaza para mis tornillos. Las amigas son lo mejor que le puede pasar a un hombre, son como amigos pero en estado de ebriedad. Te escuchan, te comprenden, te aconsejan, te ignoran, o como ese día: te retan. Sí, ella me dio el tiro de gracia retándome a que la invitara a salir aquel día en el bar. Debe ser algo entre mujeres, una clase de pacto ancestral más importante que todas las cosas y situaciones. Son una locura las cosas de mujeres. En fin, me lanzó al matadero y ahí fui directo. Relativamente inconsciente. No la culpo, digo, a Daniela, comprendo que lo lleva en la sangre.

He perdido muchos tornillos en mi última aventura, no sé si quede o no tiempo para ser prudente. Pierdo tornillos de solo pensar en ello. Lo sigo haciendo… La misma piedra, tengo que ir tras ella, conseguirla. Me reconforta saber que no arriesgaré lo mismo que la vez pasada, simplemente porque tengo bastantes menos tornillos que perder, pero de no conseguirlo se que ahora si valió madres y me volveré loco, totalmente loco. La insanidad asusta a cualquiera que tenga un par de tornillos que todavía aprieten. Extrañamente a mí no…

La he buscado por todos lados. Es mi última oportunidad. Frecuentábamos este lugar cuando en todos los demás no nos dejaban entrar. Ahí está, es más bella de lo que pensaba, estoy deslumbrado. Tengo que seguir diciendome que vale la pena jugarme los últimos tornillos que me quedan. Vale la pena. Vale la pena. Vale la pena. Ahí voy, respiro.

- Hola Daniela, tengo que hablar contigo…

LA PAREJA PERFECTA

- ¿Te acuerdas cuando no teníamos nada que comer, y que milagrosamente pasó un comprador de fierro viejo? Tanta porquería que has almacenado en estos años nos dio para comprar un kilo de huevo y tortillas, nos salvo hasta que pudiste cambiar tu cheque.
- Jajaja, éramos muy jóvenes en ese entonces, tuvimos a Javier que me impidió ejercer mi carrera, a huevo tuve que quedarme dando clases en la prepa. Y para colmo después a Erasmo, casi al año. No podíamos levantarnos del pedo económico, fueron difíciles esos primeros años.
- Pero hacíamos el amor todas las noches.
- ¡Eso que ni que! Pero todo por servir se acaba…
- Se acabó porque conseguiste un modelo más nuevo, no por falta de atención de mi, cabrón jajaja.
- Bueno, era inevitable, tú te la pasas todo el día en la casa, sin más aspiraciones que no perderte la novela de las 8 y la de las 9.
- No, no digas mentiras, si yo siempre siempre quise viajar, salir, trabajar, tener éxito pero tu estabas tan ocupado haciendo tus campañas pedorras que no te dabas cuenta de mi desesperación. Me marchité esperándote, es tu culpa que sea lo que soy.
- ¡Nunca lo dijiste! De haber sabido nos hubiéramos escapado, dejábamos a los niños con mi madre y nos íbamos de vacaciones.
- No con tu madre, los niños hubieran salido maleducados, de por si como los consiente. Y te lo he dicho y me ignoras, supongo que ahora se dará el festín de su vida porque ya no voy a estar ahí.
- No para nada, jamás vas a dejar de ser parte de su vida… y de la mía, no lo permitiré, eres su madre, no por nada me enamore de ti…
- ¿Ya no verdad? Digo ¿ya no me amas?
- No, ya no… pero nunca dejaré de quererte.
- Ni yo a ti. Éramos, después de todo, la pareja perfecta ¿no?
- Sí, la pareja perfecta.

- Bueno ustedes dos ¿Van a firmar o qué? La pensión, según tengo entendido es de acuerdo mutuo ¿verdad?