sábado, 11 de julio de 2015

Plan para un sábado




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Arañar la piel del torso con la punta de los labios partidos de tanto gritar verdades. Verter en un pozo profundo las nimiedades de las palabras que se escapan vanas. Cercenar las lenguas de los pastores y liberarnos de su yugo. Traicionar la moral en busca de la aventura. Descalabrar a los transeúntes con botellas arrojadas desde la ventana de un departamento. Vaciar los pulmones en alaridos que persiguen una tonada. Escalar las faldas de una cascada verdeazul en medio de la nada. Desgarrar las tripas del jaguar como declaración de principios. Sumergir en espacios saturados de vicio la mirada roja. Nadar con los dedos en fragancias adormecedoras. Probar el aire en bocanadas robadas. Enredarse con botellas en una crin azabache. Fusionar las drogas de las miradas. Con…sumir… se.


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viernes, 3 de julio de 2015

Nightcap





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El tiempo todo lo pervierte. Los ciclos son una invención de las mentes débiles que quieren anidar en un pasado ya putrefacto. Se justifican románticos, pero la realidad es que cuando la cama te escupe por la noche, hoy se recurre al teclado. Los que cargan pluma y vela deberían ser asesinados. Unos pasan directo a las redes sociales, otros, como yo, hoy, ahorita, empiezan la ruta en el congelador, con los cubos de hielo; en la alacena, con el whisky del estante de abajo, y con la pesquisa por los restos de cigarros en las bolsas del pantalón, en el maletín del trabajo, en el carro. Todo para sentarse en la misma silla de la que quieres escapar todos los días, sólo por la certeza de que el mismo cuadro nunca es el mismo visto a las tres de la mañana, cuando los perros se han callado. El despoblado tiene como ventaja que guarda el silencio, como si se quisiera esconder de las máquinas que avanzan tenazmente devorando. El silencio, por su lado, permite que la mente corra desaforada, para eso está el whisky que evita que el pensamiento agarre viada. ¿Para qué quiere uno los recuerdos si no hay forma fiel de retraerlos? Los muy escurridizos bastardos nunca se dejan asir, ni con trago ni con nada. Como las mujeres, se dejan apreciar un rato y después se van, contoneándose hasta el precipicio del olvido. Algunos vuelven y otros no. Los más no, los menos regresan y no cuadran, nunca cuadran. Cualquier lesión es un cambio. La memoria no las registra, perra burocrática, biblioteca de pedacería inservible, que se postula como cosa seria y necesaria y sólo es un recurso que consume mucho gasto y da pocos resultados. Porque, para ser sinceros, sólo pocas personas pueden encontrar en los ojos de una dama una mentira bien fabricada; los demás debemos padecerla por años como verdadera, todo gracias a una pequeña errata en las formas que se sometieron en ventanilla. No hay forma de quejarse. Burocracia a final de cuentas. Lamentablemente todo, siempre, es el pasado. Y aun con todos los formularios, las ideas que regresan son sólo ideas. Los labios que besaste son sólo la idea de los labios que alguna vez besaste, pero lesionados, trasgredidos. Me gustaría ser un romántico, pero el tiempo me ha enseñado que sólo son patrañas con un buen plan de mercadotecnia. Me gustaría tener una memoria perfecta, pero sólo la idea me aterroriza. Una pila de libros se congrega del lado izquierdo; del lado derecho una pila de copias jamás leídas. Torres de papel que significan nada, ideas que irán a parar al vacío. El pusilánime intento de éxito. El reto constante de escapar de lo dicho, del recuerdo, de la memoria, y el inevitable y contundente fracaso. La terquedad de vaciar en letras los pensamientos como el punto más bajo al que puede llegar un humano. Heme aquí, en el punto más bajo. Los niños y los locos son los únicos que lo tienen descifrado. Quisiera ser loco o niño o ambos. Tener la posibilidad de prender fuego a las casas y a la vida sólo por el espectáculo. 


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