Corre el agua por las hojas de los arboles inquietos. Las calles bajo los focos rotos emiten sus tristes ruidos de auxilio. El taconeo desesperado de las mujeres abandonadas resuena a lo lejos. El grave e inquietante olor a tacos cada vez se acerca más, seductor olor de barrio baja pedas. La pobreza azota con su látigo insensible la conciencia. La casa sin muebles reclama el abandono, la muy perra. El frio dirige la orquesta dental. Anforita vacía rompe corazones. Vergüenza ante un auditorio lleno, atento. Indignación sana que hace reaccionar a las piernas entumecidas. Los frenos, necios a funcionar con el suelo mojado. Los gritos de las personas en el puesto de tacos. La aspiración, a ser un voyerista profesional y compartir un hoyuelo en el cielo con los maestros, concretada.
Transitando la carretera cibernética, después de andar por autopistas de cuota y grandes caminos citadinos, decidí comenzar mi pedacito de terracería, un lugar que –como buen proyecto mexicano- tardará años en ser un camino transitable. Los baches, las grietas y bordes será, me temo, lo más frecuente en este lugar al que he llamado Pedacería. Espero que estos contratiempos no sean motivo para abandonar el camino, después de todo –terracería o no- los caminos son para transitarse.
lunes, 20 de octubre de 2008
REACCIÓN AL THERAFLU
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