jueves, 17 de julio de 2008

SACRIFICIO

Ahí estaba, tendida a un lado de una pila de huesos. Veintiséis años de diferencia entre ellos, casi como su matrimonio. La algarabía de los penosos no impedía la aflicción verdadera y sin lágrimas de los lastimados. ¿Cómo ofrecer los respetos? Un sacrificio como a los dioses de antaño, vírgenes que desfilan en nombre de cada uno de los presentes, en la primavera de sus vidas, sacrificadas como pago a la entrada de un dudoso cielo, sin embargo puestas ahí, con devoción y esperanza de los ciegos, para que acompañen en su viaje mortífero a tan honrosa dama. Hay un destello en un alma negra, perdida y renegada deseando que las vírgenes sobre su ataúd sean suficientes para cumplir el ingenuo sueño de los mortales, pero sino es así, que su aroma se impregne en los huesos de los ahora eternos amantes.

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