domingo, 31 de agosto de 2008

MARGINADOS

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Ayer mi sobrino inventado me preguntó sobre gnomos y duendes, respiré y contesté, tomándome el tiempo del mundo, todo lo que he aprendido de aquellas criaturas fantásticas. Una vez complacido el muchacho reflexioné sobre los seres marginales, aquellos que han sobrevivido el ataque de las letras en el paso de los años. A continuación nombro algunos de relevancia:

En la escalera se oculta el demonio de los besos. Algunos altaneros de pacotilla han dicho que no se esconde, que anhela ser pisoteado y humillado, los Soberbios siempre piensan que juntar los labios es un beso, tan arriba en los cielos ven el mundo que inevitablemente se trasmutan en Ignorantes. Según dicen, para entender al demonio hay que sufrir su experiencia milenaria, hay que sangrar en la piel y rasgar al prójimo. Este demonio no tiene nombre porque no lo merece.

Debajo del lavadero se esconden las hadas de las promesas y sentimientos, se esconden del agua, de la pureza enfermiza que contagia, porque sabiamente han guardado el secreto de que hay que vivir sucias, siempre bajo un amargo y doloroso espejo de sencilla felicidad. Son seres a los que les han dicho las Falsas.

En la sala están los seres más divertidos y creativos, hipnotizados por la tele y los videojuegos, los Desperdiciados les dicen ahora.

Aquellos que se hacen pasar por perros están en la calle, son seres que callan, son ruidosos incomprendidos que andan en jauría lastimándose, lamiéndose las heridas, han perdido el rumbo y utilizan el alcohol para agudizar los sentidos, muchos les dicen los Ingenuos.

Hay seres que se esconden en el jardín. Ellos le negaron a la vista vernos, dejaron de Ser para ser historia, mito, cuento. Ahora, anhelándonos y exaltándonos, viven bajo lluvia de lágrimas y ríos de arrepentimiento, seres de ceniza son los Ciegos.

Siete personajes voyeristas se esconden en el closet de la recamara, son viciosos de las peleas carnales y apasionadas, tienen ratos de gloria, pero generalmente viven en la decepción, son los Cotidianos. Todos les atribuyen –claro resultado de la desesperación ante estas últimas generaciones- ser los inventores de los juegos de mesa.

Hay seres ruidosos, seres vacíos que se visten para los demás, que hablan y ríen fuera de ellos a un eterno público en nostalgia. Existen sólo en otras lenguas. Estos seres, lamentablemente, se reproducen más rápido que cualquier otro ser y compiten por sobresalir en las tareas más banales y ridículas, no tienen motivación y siempre caen bajo los pies de los maquillados. Son seres milenarios que se han hecho maestros del disfraz, que se mueven en manada y se desconocen entre ellos. Estos seres son los Más Caras.

Por último hay seres (los únicos envidiables) que viven “felizmente”, son seres sombras que aprovechan la cercanía de los actos para sonreír y disfrutar con los errores de otros seres, son los Irónicos.
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sábado, 2 de agosto de 2008

SOBRE LA IMPORTANCIA DEL PAPEL DE BAÑO

Justo en el camión camino a casa un retortijón hizo que tuviera pensamientos de catástrofes que lo habían dejado en ridículo a lo largo de su ya no tan corta vida. Apretar sólo empeoraba las cosas pues el retortijón parecía disfrutar con la desesperación ajena, así que decidió relajarse y distraerse con cosas trascendentales, como la nueva teoría de que Dios usa bra con copas puntiagudas y tiene la fuerza de un travesti bien ejercitado, o que la individualidad, la falta de compromiso de la sociedad y la pérdida de la razón estaban dando a luz a un no tan uniforme concepto en el arte y la filosofía; todo esto ayudo (¿cómo no?) a que mantuviera sin ocurrir el accidente.

Estaba ya tranquilo cuando le hizo la parada al camión cerca de su casa. Pensó en lo afortunado que era de tener una casa tan cerca de la parada del camión, pensamiento que desvanecía la imagen del cuarto de dos por dos (con una cocina/sala-comedor-baño integrado/alcoba que conformaba su casa) y exaltaba lo afortunado de la vida del caballero.

Al bajar del camión y después de tres pasos el retortijón regreso con un pequeño ejército de compañeros, parecía que era inevitable combatirlos pues se reproducían en cientos, pero aún así hizo un esfuerzo, después de todo, era detrás de la puerta de su hogar donde se encontraba la salvación.

Dando brinquitos, que causarían envidia entre Bojangles y la güerita Shirley, fue -literalmente- apretando el paso hacia su casa. El lodazal y los charcos se presentaban como un problema –después de 33 años de no hacerlo- ya que lo hacían dar pasos innecesarios, los cuales producían cierto enojo al retortijón y aliados.

Todos saben que los logros se sufren. Ciertamente el caballero sufría tratando de no cagarse en sus pantalones, lo desconcertaba haber controlado la conspiración tanto tiempo (una hora y media aproximadamente desde su trabajo) y ahora que faltaban 3 minutos ser posiblemente vencido.

Los logros son extraños, en la recta final siempre exigen la concentración de un controlador aéreo o del venerado Sting.

A pesar de todo lo acontecido hasta ahora el logro estaba a unos cuantos pasos, la felicidad se confundía con la angustia, y la sonrisa con la mueca grotesca de la contención. Con una mano puñetera sacó las llaves que tintilaban en un sonar desesperante, chocando erróneamente contra la vaginita de la casa que -como todas las buenas hembras- hacia lo posible porque él fracasará, aún así, este caballero había vencido por una hora cuarenta minutos a uno de los más grandes males que azotan a la humanidad y tampoco se dejó vencer por este otro. Entró peleando con su cinturón como si se tratará del asesino de sus sueños, y volvió a vencer. Al inclinarse, a punto de cantar victoria, los aliados rompieron el cerco y encontraron su perdición en una emboscada histórica. Lastima que no fue perfecta – es sabido que toda emboscada deja atrás rezagos que necesitan limpiarse a fe de que no se entere la prensa y el público en general-. Y fue ahí, cuando su noble corazón se rompió: no había papel de baño. Rogarle a la señora de copas puntiagudas era innecesario, él dejó de creer en ese mismo momento en todo. Ellas siempre ganan pensó con la lágrima en la mejilla y un olor a muerte en la atmosfera.