jueves, 3 de julio de 2008

Hay días que sales de ti para visitar otros cuerpos. La visita empero no dura mucho tiempo, será unos segundos a lo mucho minutos, tal vez después de la clásica sucesión irreal de pedazos de vida y ratitos indomesticables de hechos. Pensaste en algun momento que no hay como vivir fuera de ti, que no hay nada como no ser tú (Te gana la comodidad los días de lluvia y de invierno). Pensaste en que puedes ser otro más en este mundo, corriendo como otro por las calles que se desnudan ante ti revelando sus colores verdaderos, gozando del sexo como un animal sin cautiverio -sin correas ni latigos ni anillos, y obviamente sin contratos- y, llegar después de un día de no ser tú, cómodamente a la cama, descansar y pensar quién podrías ser mañana.

Al nuevo despertar del día prosigues en esta búsqueda del mejor no tú… esta vez escogiste ser un intelectual en el autobus, un empedernido a la hora de almorzar, un zoquete sin cerebro cuando viste a la mujer morena de ojos azules y tetas grandes por la calle de Alonso, un soberbio empresario cuando quisiste hacer un trato jugosamente gandalla por un trabajo de la escuela, durante la hora de la comida fuiste un hambreado ( ya que es natural estar, siendo estudiante, acostumbrado a este personaje), y a la hora de la lectura fuiste tantos que no puedes contarlos con las manos, y después, en un paseo de regreso a tu castillo encantado, fuiste un romántico. Otra vez dejaste a todos esos que no son tú fuera de tu casa, fuera de tu cama y las sabanas, fuera de tu sueño. Volviste a ser tú.

Y al alba del quintomilésimo día te aburriste de ser otros que no son tú. Por una convicción inexplicable, por un impulso nato de perpetuarse escogiste ser tú mismo y traicionarte. Entonces, estúpidamente tomaste un libro y lo bebiste como el alcohol que te apresuras por las noches para tratar de sacarte a la superficie y vencer así a los otros que no son tú. Inocentemente te convertiste en muchos otros durante interminables horas, horas que se vertían unas a otras en sí mismas y se desvanecían en la cascada del olvido que cae por una ventana de julio.

Te diste cuenta -¿Tú o alguien más a quien juegas ser?- cuando escribías unas líneas en un cuaderno de aire, que esas personas que no pueden ser tú porque los niegas y son tú porque los dejas han usurpado tu lugar, les ha tardado la vida pero finalmente tú eres el vivo reflejo de ellos. Resignado a lo inevitable vives muchas vidas y vives como muchas personas y personajes, y respiras de mil maneras este aire embriagador que todos respiran tan dulce e ingenuamente: negándose.

1 comentario:

Patancito dijo...

Yo sí encontré un pedazo de tierra transitable.