domingo, 29 de junio de 2008

IMPOSIBILIDAD DE ESCRIBIR ACERCA DEL CHOCOLATE

Me he visto en la penosa tarea de encontrar alguna justificación para no escribir acerca del chocolate. Lo que parecía ser una empresa clara y sencilla se ha convertido en estas tres semanas en algo completamente infernal, casi comparado al trabajo de una tesis, no por menospreciar una tesis, sino porque supongo que deben de tener muchos momentos como el mío, es decir, de no saber que hacer, ni que fuente consultar, saber si lo dicho no está dicho, y si está bien dicho, y todas esas cosas que perturban hasta los momentos más sagrados y terminan dejando esta sensación de querer aventarse por el balcón.

Se supone que escogí el tema del chocolate porque era algo trivial ¡pero no! Quién podría vaticinar que el chocolate tiene una historia que confunde hasta los más grandes investigadores. Simplemente si fueran escritos los usos que tiene el chocolate estos ocuparían una tercera parte de la biblioteca de la facultad, bien porque la biblioteca es pequeña o bien porque los usos son bastantes. Así que, resignado decidí abortar la misión.

Sí, la he abandonado, no porque la historia no me guste. El chocolate tiene raíces aquí mismo en América –casi casi a la vuelta de la esquina- y, aunque lo sabía de antemano, no pude evitar sentir cierto orgullo acerca del dato. El chocolate era el alimento de los dioses, no de los dioses de ahorita que promueven religiones que salen del horno cada cinco minutos, no, yo hablo de los dioses viejos, de los dioses mayas, de los aztecas, de nuestros antepasados. ¡Imagínense a un estudiante como yo, hablando del alimento de los dioses! No, por no regarla, es por eso que renuncie a hablar del chocolate.

Aunque no crean, no pude evitar notar que el alimento de los dioses era un principio de discriminación, lo digo porque este tema siempre ha despertado el lado más agresivo de mi ser, la discriminación no el chocolate. Y sí, sólo los sacerdotes y los guerreros tenían el honor de probarlo, costumbre que duró siglos y siglos hasta que llegaron los españoles, y los aztecas por verlos blanquitos que les ofrecen chocolate, no no para cambiarles el color, sino porque inocentemente los confundieron con dioses (Tal vez por aquello de que lo inexplicable es clasificado dentro del rango divino). Y ahí, en el principio de discriminación entre humanos, fue el principio de discriminación del chocolate, bueno no ahí, pero despuecito, digo cuando se llevaron el chocolate de aquí para el otro lado del charco. Exactamente ahí fue cuando dije: ¡ya no! ¿Como voy a hablar de un chocolate pervertido? Digo pervertido, porque cuando se cruza el charco hasta las costumbres más arraigadas cambian, mutan, se adaptan para bien o para mal. Así mero le paso al chocolate, y fue cuando dije neel ya no voy a escribir del chocolate.

¿Y qué pasó? Pues que la historia me volvió a engatuzar, yo queriendo olvidar el tema tratando de leer una novela acerca de un tal Casanova y ¡ZaZ! Que resulta que el mendigo usaba el chocolate para envolver a sus victimas, bueno no era lo único que usaba, pero sin duda era una de sus armas más efectivas. Y cuando un hombre ve una oportunidad, primero la aprovecha y después averigua porque jaló ¿no? Bueno yo la aproveche y sí, efectivamente el chocolate te puede ayudar a conquistar una mujer. Que quede claro, yo no la conquiste, yo nomás la lleve a la cama, pero como los tiempos cambian, yo vi las dos como un empate semántico. Pero ahí empezó otra vez el cuestionamiento ¿y si fue pura suerte? ¿y si cada mujer necesita de un chocolate en especifico? Y otra vez a consultar libros y datos y más libros, y como ya no había libros pues Internet y paginas en ingles, en francés y portugués. Estas últimas dos no me sirvieron para nada simplemente porque no entendí un carajo, pero las fotos me indicaban que decían algo similar a las de español y las de ingles que después de dos o más lecturas sí entiendo.

Ni les digo, fue un quebrarse el coco, lo que había pensado de la perversión del chocolate era cierto, todos los pueblos europeos en algún momento de la historia le metieron mano a su manufactura. Si a los aztecas y mayas el chocolate les sirvió como moneda comercial, en Europa lo utilizaron como una moneda social, es decir, el rango del chocolate indicaba el círculo social en que te desenvolvías. ¡Ley no escrita más hipócrita no podía existir! ¡Conozco reinas que se dejan llevar por el leproso si éste le ofrece una taza de chocolate caliente! Claro esto es una exageración (no conozco a ninguna reina en persona) pero quiero hacer énfasis en el hecho que el gusto por el chocolate no es determinado por las clases sociales. Y con esto otra vez empecé a estrellar mi cabeza contra la pared, pues resulta que el chocolate es sensorial, se aprecia por todos los sentidos que puede poseer el humano, incluso el chocolate ha sido recurrentemente asociado al sexo, ¿y como un hombre como yo puede ignorar este tipo de temas? Pero también, ¿Cómo hablar de ellos? No porque no sepa algo de éstos (poco aunque sea), sino porque se complica todo cuando llegan todos los sentidos en bola, uno como quiera, pero ¿todos?

Y por otro lao: ¿Cómo iba a saber que tipo de chocolate usar con las mujeres, chavas, chicas, como les quieran decir? Nombre casi me voy de nalgas cuando vi la cantidad de clases de chocolates que hay en el mundo. Y como les dije, el país no garantiza el gusto por el chocolate, así que si quieres ligarte a una morrita de suiza mejor ten en cuenta que igual no le gusta el chocolate suizo.

Cómo les gusta complicar las cosas a los europeos, nuestros antepasados lo mantenían simple, era la semilla de cacao con aguita caliente y ¡ya! Sí, fue mi primera impresión, y no no odio a los europeos, pero han amolado muchas cosas a lo largo de la historia, y así como cerrar los ojos y hacerme guey no se me da (bueno, estoy escuchando a Sandra decir lo contrario, pero yo me refiero solamente a este pasado y punto). Bueno este no es el caso, y ahí fue cuando decidí no hablar más del chocolate, digo ¿Cómo les voy a dar crédito a los europeos por algo robado? Digo, sí, le cambiaron casi todo, pero aún así, en una corte de Estados Unidos los demandamos y ganamos. Con decir que la palabra viene del Náhuatl ya casi veo los millones pagando la deuda externa.

Pero a pesar de mi disgusto continué mi investigación. No vayan a pensar mal de mi, no soy ningún fauno alocado, ni ando alzando faldas por aquí y por allá, simplemente soy un hombre que le gusta estar preparado y que mejor que el chocolate para ello. Hasta ahora tengo en mi despensa: chocolate en polvo (para las naquitas), chocolate de cobertura (para que tienen antojo de pastelitos o fruta), chocolate negro superior (para las de gustos costosos), chocolate amargo (para aquellas que disfrutan sentir el sabor casi original), chocolate fondant (para sumergir casi cualquier cosa en él…ojo…casi cualquier cosa), y después toda la clase de chocolates pervertidos que han sido popularizados por la industria norteamericana: chocolate blanco y chocolate con leche (para todas las gorditas que adoran el azúcar), y por último el chocolate con almendras o avellanas (que no mas sirve para cobrar más por ponerle la semillita adentro). Sí, es mucho chocolate, pero mis expectativas son altas.

Con decirles que todo lo que guardo en la alacena no es nada comparado si quiera con todos lo modos en que el chocolate puede ser preparado, un 10% tal vez sí, pero no más. Así, con este tipo de estadísticas ¿Quién no hubiera abandonado la tarea como yo? Y lo hice, el sábado para ser exactos. Me fui con unos amigos a una tocada de La Maldita, y ¡zaz! (ya con minúsculas porque después de dos veces ya esta más difícil que te sorprendas) ¡Que resulta que no vendían nada de alcohol! Quezque era un evento cultural y tralalá… ¡no mas vendían agua, refresco y chocolate!!! Decidí ignorarlo y compre un agüita, digo porque además iba con el toque que logramos pasar. Pero los dioses son perros, ahí ta que en la cuarta canción me tuerzo el tobillo. No le di importancia, digo andaba bien arriba, pero al otro día no me la acababa. Y así pasó lo que tenía que pasar, mi mamá me llevo una tacita de chocolate caliente, casi lloró, no de gusto, sino porque sentí una especie de paranoia persecutoria como la de Fernando en la novela de Sabato, pero a mí nada que me siguen ciegos, sino el chocolate, ¡spooky! la esencia del chocolate.

No les voy a mentir desistí 100% de escribir acerca del chocolate, pero me he dado a la tarea de probar cuantos tipos y modos de chocolate hay en este mundo, no porque quiera ligarme a las morras, sino porque espero que así pierda la paranoia adquirida. Les digo, hubiera abandonado la investigación en cuanto abrí el primer libro, tal vez y sólo tal vez no tuviera esta sensación de ausencia, digo, después de sentir el chocolate y saber que corren por tus venas cientos de años de perversión, se vuelve adictivo. El chocolate seduce, el chocolate hace que delires, el chocolate insita. No me deja abandonarlo, y me parece que tengo que aprovechar el poder disfrutar el alimento de los dioses, o tal vez las drogas que estoy tomando para el dolor del tobillo me estén produciendo efectos secundarios. Por lo pronto es determinante mi renuncia a escribir del chocolate. Hoy probé el salmón bañado en salsa de chocolate y vino blanco, acompañado de una ensalada portuguesa de aceitunas negras rociadas con chocolates de chispa, y aderezo de chocolate caliente blanco, como para morirse…

sábado, 28 de junio de 2008

ROSARIO

La piratería de ideas es algo cotidiano en un mundo donde la originalidad de éstas escasea gravemente, es por eso que no me cuesta admitir que este texto es robado -casi en su totalidad- de una mujer de zapatos rojos. Mi intervención, supongo, es lúdica. Esto es disculpa, arrepentimiento y clara justificación de este acto.
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La falda le llegaba un poco más arriba de la rodilla.
Sus zapatos median exactamente once centímetros de tacón.
Las medias de red tenían un hoyo en la pantorrilla derecha.
El escote de su camiseta negra mostraba un sujetador rojo con encaje.
Sentada frente al parque, lloraba. Lloraba sola, con las manos en la cara, y el rimmel corriendo por sus mejillas.
Nadie se detenía a consolarla, eran las once de la noche, y era un elemento más del paisaje de la ciudad.
Se levantó secándose la cara y caminó por la avenida. Sacó un espejo, y volvió a pintarse las pestañas. Estaba lista.
Llegó a su semáforo. Se recargó sacando el pecho, y cruzó la pierna de manera que se tensaran sus músculos.
Paró un coche, y se subió en él.
Al volante del pequeño carro clasemediero, un hombre gordo, lentes gruesos, ropa barata y mal combinada, sucio, feo, en fin un tipo regular e insignificante.
Quizá esta vez no tendría que llorar.
Quizá esta vez no le pegarían.
Quizá esta vez no importaría que fuera un hombre...

LOCURA

- Relativamente. Fue lo que me dijo Pepe.

Se refería a que todas las mujeres están locas. Claro supuse, relativamente es una respuesta de esperarse de alguien va acompañado de su novia. Relativamente es una mentira. Pepe y yo lo sabíamos. Es un hecho que todas las mujeres tienen por lo menos tres tuercas sueltas.

Ese día en especial me resultó pesado y casi desbordando en traición el comentario de Pepe. No lo tenía que decir y sin embargo lo dijo. El cabrón sabía que pasaba un mal momento a consecuencia de una chava muy especial. Ella era relativamente loca como todas. A diferencia de las demás a ella no le sentaba nada mal. La locura en una persona tan bella es mucho más compensadora de lo que se puede pensar, en su caso la hacía normal, loca claro, pero como todas: alcanzable.

Lo malo -y de lo que he caído en cuenta hasta ahora- es que todos los hombres estamos relativamente locos también. El simple hecho de que esas destuercadas nos atraigan significa que nosotros, hemos o estamos por perder algunos tornillos. Conquistar una mujer es un proceso en el cual el hombre se trasforma, irrefutable es que nunca se es el mismo al final. Los resultados dependen del éxito de la aventura, algunos pierden más tornillos de lo normal como en mi caso que suelo arriesgarme demasiado. Es triste en realidad pensarlo dada mi situación. Estoy un poco más loco –o mucho más loco- que cuando la conocí. Lo sé, lo siento. Creo que por eso le pegué a Pepe, por recordarme con su relativamente lo loca que ella estaba, por hacerme dar cuenta que en realidad había perdido más tornillos de lo normal.

Creo que hay lógica en mi pensamiento: entre más loca la mujer más tornillos en riesgo. Y sí, aquí está el resultado, para comprobarlo está la nariz rota de Pepe. Estoy más loco por la culpa de una loca. Si no fuera tan hermosa jamás habría tratado de conquistarla. De hecho, su belleza me hizo dudar por un momento. Casi desisto en la travesía de la barra en que me encontraba a la esquina oscura donde estaba su mesa, de hecho nunca me habría acercado a ella si no fuera por Daniela, una amiga de antaño, loca loca, la más loca que conozco. Todas tienen 4 ó 5 tuercas sueltas, pero para Daniela 30 son poquitas, casi nada.

Como Daniela y yo nunca hemos pasado de amigos, jamás ha sido una amenaza para mis tornillos. Las amigas son lo mejor que le puede pasar a un hombre, son como amigos pero en estado de ebriedad. Te escuchan, te comprenden, te aconsejan, te ignoran, o como ese día: te retan. Sí, ella me dio el tiro de gracia retándome a que la invitara a salir aquel día en el bar. Debe ser algo entre mujeres, una clase de pacto ancestral más importante que todas las cosas y situaciones. Son una locura las cosas de mujeres. En fin, me lanzó al matadero y ahí fui directo. Relativamente inconsciente. No la culpo, digo, a Daniela, comprendo que lo lleva en la sangre.

He perdido muchos tornillos en mi última aventura, no sé si quede o no tiempo para ser prudente. Pierdo tornillos de solo pensar en ello. Lo sigo haciendo… La misma piedra, tengo que ir tras ella, conseguirla. Me reconforta saber que no arriesgaré lo mismo que la vez pasada, simplemente porque tengo bastantes menos tornillos que perder, pero de no conseguirlo se que ahora si valió madres y me volveré loco, totalmente loco. La insanidad asusta a cualquiera que tenga un par de tornillos que todavía aprieten. Extrañamente a mí no…

La he buscado por todos lados. Es mi última oportunidad. Frecuentábamos este lugar cuando en todos los demás no nos dejaban entrar. Ahí está, es más bella de lo que pensaba, estoy deslumbrado. Tengo que seguir diciendome que vale la pena jugarme los últimos tornillos que me quedan. Vale la pena. Vale la pena. Vale la pena. Ahí voy, respiro.

- Hola Daniela, tengo que hablar contigo…

LA PAREJA PERFECTA

- ¿Te acuerdas cuando no teníamos nada que comer, y que milagrosamente pasó un comprador de fierro viejo? Tanta porquería que has almacenado en estos años nos dio para comprar un kilo de huevo y tortillas, nos salvo hasta que pudiste cambiar tu cheque.
- Jajaja, éramos muy jóvenes en ese entonces, tuvimos a Javier que me impidió ejercer mi carrera, a huevo tuve que quedarme dando clases en la prepa. Y para colmo después a Erasmo, casi al año. No podíamos levantarnos del pedo económico, fueron difíciles esos primeros años.
- Pero hacíamos el amor todas las noches.
- ¡Eso que ni que! Pero todo por servir se acaba…
- Se acabó porque conseguiste un modelo más nuevo, no por falta de atención de mi, cabrón jajaja.
- Bueno, era inevitable, tú te la pasas todo el día en la casa, sin más aspiraciones que no perderte la novela de las 8 y la de las 9.
- No, no digas mentiras, si yo siempre siempre quise viajar, salir, trabajar, tener éxito pero tu estabas tan ocupado haciendo tus campañas pedorras que no te dabas cuenta de mi desesperación. Me marchité esperándote, es tu culpa que sea lo que soy.
- ¡Nunca lo dijiste! De haber sabido nos hubiéramos escapado, dejábamos a los niños con mi madre y nos íbamos de vacaciones.
- No con tu madre, los niños hubieran salido maleducados, de por si como los consiente. Y te lo he dicho y me ignoras, supongo que ahora se dará el festín de su vida porque ya no voy a estar ahí.
- No para nada, jamás vas a dejar de ser parte de su vida… y de la mía, no lo permitiré, eres su madre, no por nada me enamore de ti…
- ¿Ya no verdad? Digo ¿ya no me amas?
- No, ya no… pero nunca dejaré de quererte.
- Ni yo a ti. Éramos, después de todo, la pareja perfecta ¿no?
- Sí, la pareja perfecta.

- Bueno ustedes dos ¿Van a firmar o qué? La pensión, según tengo entendido es de acuerdo mutuo ¿verdad?