martes, 30 de junio de 2009

LA CONFESIÓN

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Se conocían tiempo atrás, fueron parte de la palomilla que aterrorizó al barrio en los setentas. Estuvieron en el mismo salón hasta que terminó la prepa, como buenos amigos se enamoraron de la misma mujer, ambos sufrieron. A los 19 años cada quién persiguió sueños diferentes, sólo que uno de ellos lo persiguió fuera del estado, lejos, allá donde se colocan las carreras que se quieren exterminar, en el abismo, en el margen, en un lugar sin eco, en el lugar más apartado de ellos que tenían una oportunidad improbable para él.  

Diez años pasaron, cicatrices nuevas, un matrimonio y amores fugaces. Fue una llamada y el juego de dados desinteresado del destino lo que los volvió a reunir. Dejo los detalles no importantes omitidos, por consideración al lector, sólo diré que no se reconocieron, incluso llegaron a dudar de la identidad del otro; fue la plática, los detalles e intimidades lo que dejó ver a esos niños que escondían las barbas, los puños curtidos y un par de panzas considerables. 

Ahí estaban, en una mesa que iluminaba una lámpara cansada. Le acercó un café y se sentó al frente suyo, con una parsimonia apresurada, como el movimiento de los perros antes de lanzarse a morder. Dio un trago. Sus labios y su pie delataban la curiosidad –esa triste necesidad de saber más- pero él sabía (eternas noches había pasado en esa mesa escuchando confesiones vagas, exaltadas, pretenciosas, inventadas; pocas eran las interesantes, las brillantes, las verdaderas, las que valía la pena escuchar) que su papel de confesor requiere una paciencia inasequible para la mayoría de las personas. Sacó la caja de cigarros y le ofreció, dando golpesitos a la mesa para que salieran, se inclinó sobre la mesa para encenderlo y antes de volverse a acomodar prendió el suyo. Le hizo un comentario sobre la promiscuidad de los encendedores, y de cómo ése amaneció con él después de una noche en la cantina. Dijo algo con tintes misóginos y remató diciendo que era una lástima que su novia en turno estuviera en las mismas condiciones. Hubo risas. Se dio el siguiente dialogo que transcribo fielmente:

- Bueno pues, ya estuvo de rodeos, ahora dime cómo fue, sabes que a eso vengo.

- Lo sé, pero me gusta recordar, después de todo….

- Fueron buenos tiempos, supe que tuvieron dos niños ¿cierto?

- Cierto… hermosos.

- Dejemos eso para después, ahora dime lo que vengo a saber.

- Bien, te lo diré, si me prometes no interrumpir por ridículo que te parezca lo que voy diciendo. 

- Lo prometo.

- Vale pues… Fue una noche de junio… las noches de junio son las más hermosas por estos lugares, no hay frío ni calor, se puede andar con una camisa o como ella ese día: con un vestido, un vestido color azul celeste, con alpargatas del mismo color, un cintillo blanco en la cabeza y un dije en una cadena de plata que le adornaba el pecho… ahora que recuerdo ese dije, creo que se lo regalé en nuestro primer aniversario de novios, quién iría a pensar que todavía lo conservaba… bueno, en fin, lo planeé todo con cuidado, nos subimos al carro y manejamos hasta un lugar en las montañas… ¿te acuerdas de nuestra acampada saliendo de tercer semestre?... en fin, el lugar era bastante similar, un claro, árboles frondosos y multicolores rodeándolo, un pequeño riachuelo ruidoso, pero demasiado chico como para ser divisado… llevé una canasta con todo lo esencial, vino, panes, quesos … todo era romance… la noche llegó pero llegó cómplice: la luna se ocultó y las estrellas la siguieron dejándonos con los violes de los grillos y demás insectos orquestales de fondo. Todo iba fenomenal, lo puedo jurar, besos, caricias… tú sabes el protocolo del buen amor… y cuando, exhaustos… porque la edad me ha alcanzado… exhaustos, te decía, nos encontrábamos fundidos en un abrazo silencioso, ella… porque siempre fue así… porque tú no la conociste… porque en serio que por más que lo intenté no pude entender su ser… ella… ella me dijo: ¿sabes qué hizo falta para que sea una noche perfecta? Que no estuviera pensando en que no pagaste el gas… en serio… no es broma… y así como si no hubiera dicho nada me dio un beso y se acurrucó en mi pecho… en serio hermano, te lo juro que no pude contenerme, me puse sobre ella y dejé que sus gritillos rompieran la sinfonía natural… mis manos no se detenían… mi cabeza ya no pensaba … juro que sonreí en algún momento con lagrimas en los ojos… el dije se rompió… le sostuve la mirada hasta que dejó de moverse… entonces me acosté a su lado y la abracé en el más tierno de los abrazos… en silencio… en la noche perfecta…. y aquí me tienes...

- La mataste, todos saben eso, lo que me interesa saber es dónde está el cuerpo.

- No, lo siento, ella ya no está, se fue en silencio, temo que jamás la vas a encontrar. 
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