sábado, 5 de julio de 2008

El ADMINISTRADOR

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La espalda del joven administrador no dejaba de molestarle, era una punzada en la parte inferior que ya con este día tenía una semana causándole los más intensos dolores ¿Por qué un dolor tan agudo puede ser soportable por tanto tiempo? No quedaba otra explicación, el joven estaba tan ocupado que no podía darse el lujo de hacerle caso. Después de las desveladas y el stress del trabajo la casi rota columna parecía un simple piquete de zancudo, molesto de vez en cuando, pero insignificante para la mente distraída.

Para el joven todo se complicó al despertar cierto día de invierno y no poderse levantar de la cama. Simplemente sus piernas no respondieron. La alarma ya lo había despertado hace ya varios minutos y su cuerpo, sin embargo, se negaba determinadamente a levantarse. La frustración de no llegar a tiempo a cerrar un trato en el cual venia trabajando hace más de dos meses le hacia sulfurar de coraje, pues llegar tarde a esa junta también significaba no llegar a tiempo a la comida con sus compañeros de trabajo y esto provocaría perder la función de cine que había planeado con una morrita de tetas grandes que le gustaba -que por cierto había estado posponiendo por cuestiones de trabajo-, la migraña que esto le provocaba opacaba en momentos el dolor, ahora suave, de la columna.

Medio hora después, el alba en su apogeo, el sudor recorrió su frío cuerpo. Levantó su torso para alcanzar el teléfono que estaba sólo a unos dos metros de distancia, sobre una cómoda que parecía albergue de aparatos electrónicos (celulares, palms, cámaras, chips, diez controles –de video, dvd, modular, tv, aire acondicionado, luz, etc.-). ¡ZAZ! Un madrazote y nuestro joven amigo estaba tendido en el suelo sin poder explicarse el porqué de aquello. El dolor de la espalda por fin había superado al stress y había alcanzado magnitudes desproporcionales, era insoportable, llorar era el primero y el más lógico recurso, pero no había lágrimas voluntarias para salir a manifestarse, gritar por ayuda era el segundo paso, pero los gritos no se dejaron escuchar, basta decir que pensar fue el ultimo de los recursos solicitados.

El tiempo dando pasitos tranquilos contemplaba a nuestro compañero que, cansado de reñir consigo, estaba tirado en medio de su cuarto helado, sin moverse, sin aliento y sin energía suficiente para pedir ayuda. Era en realidad un muertito con los ojos abiertos, la vida tiernamente pasando por ellos -como los alcohólicos a los cantineros-. Ciertamente era hermoso contemplarlo tirado ahí sin posibilidad alguna de escapar. Yo que lo he inventado tengo un mueca distintiva de orgullo en mi rostro -es algo que puedo hacer- tirarlo e incapacitarlo por unos minutos, tal vez unas horas, que vea su vida impresa en estas letras y que no dude ni por un momento de cada una de ellas y su capacidad ilimitada.

Después de cinco largas horas, el joven siente un poco los pies, las piernas, los brazos, las manos… el regocigo es tan grande que su mente es incapaz de traducirlo, su simpleza de humano se manifiesta en una sonrisa característica de aquellos que se asombran de las cuestiones inexplicables para sus débiles y patéticas cabezas. El hijo de puta alcanza el teléfono, se disculpa con alguien, que no va a volver a pasar, que en un minuto está con ellos, que tuvo un contratiempo, que ya está saliendo, que lo esperen, que ordenen… sin saber, claro está, que yo lo puedo matar en cualquier momento.

2 comentarios:

Marevna Gorloska dijo...

netooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo
un placer leerle.

ésa que no soy yo dijo...

Oye tú narrador sádico, me encantó tu netaficción jajajaja. Ya sube algo nuevo no seas huevón!