miércoles, 23 de julio de 2008

EL PRINCIPIO DE LA PROBLEMÁTICA DE UN PESO

No hay muchas cosas estos días que puedas ajustar con un peso. En realidad el valor de un peso ha sido, desconsideradamente, devaluado. Hay que considerar que con un peso puedes comprar el chicle que garantiza no saber -o por lo menos no tanto- a tabaco cuando besas a la chica desconocida del bar que frecuentas. Un peso, en realidad no tiene mucha utilidad, pero te puede dejar en ridículo no tenerlo, incluso te puede salvar de ser asaltado (esto depende de la calidad moral del asaltante). No ajustar pagar la comida o la renta no se presenta como problema serio, pero sino ajustas una cerveza por la falta de un peso sientes que te traga la tierra, pues el peso, después de todo, contiene en sí una fuerza infrenable: la de la posibilidad. Un peso puede ser la diferencia entre el pasaje en camión o caminar hasta la punta del cerro, es decir, entre quince minutos y la decencia o una hora veinte y un olor tan penetrante que es imposible describirlo con letras. En fin, el pensamiento de que un peso es poca cosa es simplemente erróneo. Se admite haber existido bajo el pensamiento de que un peso no vale nada y que fue, en realidad, el no muy derecho camino de la historia que relató, entre emputado y consternado, un buen borracho de fin de semana la que comenzó esta avalancha de reflexión entre los presentes. Se transcribe a continuación lo que el susodicho dijo:

Ahí iba yo en mi camioneta, bueno la camioneta de mi jefe… está perrona un día nos vamos de rol… Te decía…bueno ahí iba yo a inflar un balón de fut que mi morra me había encargado…. Sí, juega fut… no no he ido a verla nunca… no pues porque no me gusta… te decía, iba bien bien tendidisimo por Carranza, o sea tendido, cuando vi una refa de bicis… dije ¡A huevo! de aquí soy… Ni creas, no me quiso regalar el aire, el cabrón me cobro un peso… pues le di una de a dos y después de que me dio el balón me fui. Neta mijo, me sentí bien raro… sentía que el cabrón pensaba que era un pinche hijo de papi… Sí, bien raro neta, me sentía pinche juzgado por el cabrón de las bicis, hijo de puta… a ver, ¿cómo no me regresó el peso que me sobraba el cabrón?

Por las limitaciones del medio se ha sustituido por … los tragos de caguama.

4 comentarios:

ésa que no soy yo dijo...

jajaja yo una vez le dí un peso a uno de los niños que empacan las bolsas en el super y casi me mienta la madre. no me dijo nada pero me echó ua miradita... me hizo sentir marra, marrísima, pero de verdad que no traía más cambio, me cae que si no le hubiera dado nada no se hubiera enojado tanto.

Juana Adriana dijo...

No extrañan las monedas viejas? El equivalente, la moneda de Sor Juana. En la infancia, uno sentía que le llenaba la palma de la mano. Era emocionante.

Patancito dijo...

Gracias Neto, mi capital es de unos cuantos pesos, pero ahora sé que son muy valiosos, jaja, ya no me siento miserable.
Juancha tienes razón, eran hermosas, sobre todo cuando en la escuela inventaban que se les había aparecido la monja. Lo malo era cuando tenías una alcancía, o comprabas un puercote, o le echabas puras de a 100 pesos.

Marevna Gorloska dijo...

chale y yo que me queria quitar un peso de encima...