martes, 28 de octubre de 2008

ROMANCE DE OFICINA

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Una escena de martes por la mañana: un pasante de contador con un ridículo traje nuevo de pana, tan pasado de moda que está pronto a reclamar las pasarelas, se encuentra dubitativo ante la secretaria del contador y su imponente minifalda. Bien sabida es la destreza del pobre muchacho, el cual cubre sus intenciones llevándole mensajes inventados casi tan bien como ella cubre las suyas cuando se inclina a revisar un archivo ante el jefe. Siendo tan obvios los actos, todos en la oficina han optado por sufrir ceguera intencional por el puro gusto hacia el murmullo. Se ha debatido tanto entre los empleados, consecuencia de las puestas en escena de los torpes seductores, que ya hay partidos definidos: los que apoyan incondicionalmente al muchacho y lo vituperan en sus andadas (casi todos son casados); quienes ven en la secretaría una mártir moderna, guerrera de peleas vencidas (no es raro que la acompañen por el pasillo los llantos y kleenex de las cuarentonas y uno que otro marica declarado); otros, los más jóvenes, ansían saber de ellos juntos, retozando como mozalbetes; otros, los pocos -moralidad inquebrantable del bajío- , apoyan la idea de que el jefe abandone a su esposa y se fugue con la secretaria. Los motivos y razones son variados, incluso algunos piensan, juran y perjuran que si actúan tan raro es porque ya están ponchando. Triste desenlace sería saber que el muchacho y la secretaría en nada se atraen, y que pecan de sordos sólo porque disfrutan el reflector de los ojos y los múltiples cantos que llevan sus nombres.
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1 comentario:

Mafufa dijo...

Sería más genial que a uno no le gustase el otro y viceversa...
Así se prueba que la gente sólo creo especulaciones falsas y que se dejan llevar por lo que la mente juguetona quiere

Me agrado esta entrada...