sábado, 11 de octubre de 2008

APRECIO

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Casi todos los días me viene a visitar una pulga, nunca es la misma. Creo que se dividió tan pesada tarea entre toda la comunidad residente de la Colcha para que cada familia mande a su niño predilecto a tan cansada tarea (empresa similar ocurre cuando los humanos escogen al primogénito como preferido y mandan al de en medio, con sonrisas y comentarios falsos y sublimes, a trabajos deshonrosos). Es por eso que todos los días me visita una pulga nueva, que en afán de demostrarse ante sus padres casi siempre es emprendedora.

No he crecido un hombre quejumbroso, pero tengo que decir que me molesta la inexperiencia que estas pulgas muestran, me hace dudar de la seriedad en su organización, especialmente tratándose de un cliente de tiempo como yo. Encuentro irritable que cada día se haga un viaje de reconocimiento de pies a cabeza y que se alojen en lugares que me delatan ante mis excelsos compañeros de trabajo como un pervertido sexual.

A pesar de tan evidentes inconvenientes nunca me he podido desprenderme de tan peculiar comunidad. No puedo negar mi admiración a la fidelidad de su causa. Inclusive me han tocado pulgas que al final de la jornada se alojan en mi oído y lloran sus interminables penas o beben un buen trago de sangre bien ganada durante la jornada, la mayoría de las veces ocurren las dos cosas, pero nunca se han quedado más de lo debido, responsables las ingratas regresan con el botín casi completo.

Un día unos chicos me aventaron una pedrada cuando trataba de vender mis latas. Nadie intervino. Recuerdo que ni el Mario ni Juanchas me ayudaron a levantarme y eso que son harto más jóvenes que yo. No los culpo, me ven a mi de lejos, su vida apenas los empieza a tratar mal.


¿Díganme cómo me podría desprender de mis pulgas? Son las únicas que se dignan a entablar una conversación conmigo desde hace 7 años. Aunque mi vida no ha sido la más justa, me regocijo pensando en la banalidades que preocupan a los demás hombres (dinero, seguridad, mujeres… ), pero hay días, cuando es imposible rechazar la melancolía, que me pongo a pensar incansablemente en esa pulga que vivió dos días.

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6 comentarios:

Patancito dijo...

Me siento como ese personaje, un día conoces a alguien que se queda un tiempo, después se va, lo piensas y sabes que en algún momento volverá. Pulgas o humanos, la necesidad es la misma cuando alguien se atreve a acercarse.

Mafufa dijo...

Eso es imposible, la gente no se queda nunca, siempre se va.
Lo que realmente tenemos es nuestro cuerpo y alma, sólo eso.
Aunque en ocasiones nos engañarnos, pensando que hay alguien ahí para nosotros... Tal vez sea mejor pensar que las "pulgas" estarán ahí siempre!!!

Aleita! dijo...

Siempre necesitamos sentir cariño hacia algo. Las circunstancias son las que determinan cual será el objeto de nuestro aprecio. Una pulga es una gran opción!

Unknown dijo...

te cambio una de las cuerdas rotas de mi guitarra vieja, por una pulga.

TOMADOR ASIDUO dijo...

Morras: es una pulga!! y vato: no me sirve una cuerda... la pulga como kiera crea expectativas

Unknown dijo...

es una cuerda oxidada en una guitarra vieja, llena de recuerdos de cuando daba sus notas acompañando mis canciones y mis pedas