sábado, 28 de junio de 2008

LOCURA

- Relativamente. Fue lo que me dijo Pepe.

Se refería a que todas las mujeres están locas. Claro supuse, relativamente es una respuesta de esperarse de alguien va acompañado de su novia. Relativamente es una mentira. Pepe y yo lo sabíamos. Es un hecho que todas las mujeres tienen por lo menos tres tuercas sueltas.

Ese día en especial me resultó pesado y casi desbordando en traición el comentario de Pepe. No lo tenía que decir y sin embargo lo dijo. El cabrón sabía que pasaba un mal momento a consecuencia de una chava muy especial. Ella era relativamente loca como todas. A diferencia de las demás a ella no le sentaba nada mal. La locura en una persona tan bella es mucho más compensadora de lo que se puede pensar, en su caso la hacía normal, loca claro, pero como todas: alcanzable.

Lo malo -y de lo que he caído en cuenta hasta ahora- es que todos los hombres estamos relativamente locos también. El simple hecho de que esas destuercadas nos atraigan significa que nosotros, hemos o estamos por perder algunos tornillos. Conquistar una mujer es un proceso en el cual el hombre se trasforma, irrefutable es que nunca se es el mismo al final. Los resultados dependen del éxito de la aventura, algunos pierden más tornillos de lo normal como en mi caso que suelo arriesgarme demasiado. Es triste en realidad pensarlo dada mi situación. Estoy un poco más loco –o mucho más loco- que cuando la conocí. Lo sé, lo siento. Creo que por eso le pegué a Pepe, por recordarme con su relativamente lo loca que ella estaba, por hacerme dar cuenta que en realidad había perdido más tornillos de lo normal.

Creo que hay lógica en mi pensamiento: entre más loca la mujer más tornillos en riesgo. Y sí, aquí está el resultado, para comprobarlo está la nariz rota de Pepe. Estoy más loco por la culpa de una loca. Si no fuera tan hermosa jamás habría tratado de conquistarla. De hecho, su belleza me hizo dudar por un momento. Casi desisto en la travesía de la barra en que me encontraba a la esquina oscura donde estaba su mesa, de hecho nunca me habría acercado a ella si no fuera por Daniela, una amiga de antaño, loca loca, la más loca que conozco. Todas tienen 4 ó 5 tuercas sueltas, pero para Daniela 30 son poquitas, casi nada.

Como Daniela y yo nunca hemos pasado de amigos, jamás ha sido una amenaza para mis tornillos. Las amigas son lo mejor que le puede pasar a un hombre, son como amigos pero en estado de ebriedad. Te escuchan, te comprenden, te aconsejan, te ignoran, o como ese día: te retan. Sí, ella me dio el tiro de gracia retándome a que la invitara a salir aquel día en el bar. Debe ser algo entre mujeres, una clase de pacto ancestral más importante que todas las cosas y situaciones. Son una locura las cosas de mujeres. En fin, me lanzó al matadero y ahí fui directo. Relativamente inconsciente. No la culpo, digo, a Daniela, comprendo que lo lleva en la sangre.

He perdido muchos tornillos en mi última aventura, no sé si quede o no tiempo para ser prudente. Pierdo tornillos de solo pensar en ello. Lo sigo haciendo… La misma piedra, tengo que ir tras ella, conseguirla. Me reconforta saber que no arriesgaré lo mismo que la vez pasada, simplemente porque tengo bastantes menos tornillos que perder, pero de no conseguirlo se que ahora si valió madres y me volveré loco, totalmente loco. La insanidad asusta a cualquiera que tenga un par de tornillos que todavía aprieten. Extrañamente a mí no…

La he buscado por todos lados. Es mi última oportunidad. Frecuentábamos este lugar cuando en todos los demás no nos dejaban entrar. Ahí está, es más bella de lo que pensaba, estoy deslumbrado. Tengo que seguir diciendome que vale la pena jugarme los últimos tornillos que me quedan. Vale la pena. Vale la pena. Vale la pena. Ahí voy, respiro.

- Hola Daniela, tengo que hablar contigo…

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