lunes, 26 de noviembre de 2012

Zozobra


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Durante días, las líneas de su rostro se dibujaban como un esbozo forzado por la memoria. Me hostigaban recuerdos de eventos ficticios que un yo, débil e imaginario, construyó con el fin único del no olvido. Deambulaba  por los callejones de una ciudad ajena, laberíntica y absoluta, en búsqueda de las huellas de mis zapatos. Perdido, vagaba por los rincones que albergan ánimas como la mía y, por momentos, olvidaba esa empresa absurda que la potencia intelectual del alma me había impuesto. Una nebulosa atmósfera cubría el ambiente y un velo colgaba de todos los rostros. Sentía que los años se hacían días, los días horas, las horas minutos, y todo transcurría como en un sueño de un par de dioses borrachos. Pendiente del recuerdo, mi vida. 

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