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Desde el principio enloqueció. Nunca tuvo la ingenua capacidad para ver el mundo como el resto de las personas. Una noche se arrancó el dedo pulgar de una mordida y no lloró. Un día se abrió las venas esperanzado a salirse de sí y fracasó. Sólo entonces, ante la imposibilidad, una lágrima recorrió su rostro.
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