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Caminaba sobre los pasos de otro en un callejón oscuro. Miraba los recovecos formados por las ventanas y las puertas. Se entristecía con la combinación de la luna y los colores pastel de los muros. Maldecía a los graffiteros sin gusto. Regresaba la mirada en puntos estratégicos para mirar a lo lejos y en lo alto a ese príncipe feliz alzado por el pueblo, sin zafiros ni rubíes en sus ojos y en su mano, pero de oro el corazón ficticio que le montaron. Lo asaltaban recuerdos, besos de extrañas y acaricias furtivas y asesinas. Iba como siempre con el alma descosida, rota en tramos. Buscaba, por una noche más, esa puerta entreabierta que hiciera de trampa, con la ilusión vencida de encontrar a la desconocida que tuviera el estuche de coser en sus labios.
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8 comentarios:
Mijo, cinco estrellitas pa usted. Me encantó lo del estuche de coser!!!!
Mijo, cinco estrellitas pa usted. Me encantó lo del estuche de coser!!!!
Chale... apareció dos veces...
algo peligrosón para empezar la nochecita!
A ese príncipe lo veía todas las noches antes de dormir, al cerrar mi puerta.
Valedor, no entiendo ni vergas de lo que quieres decir. Supongo que es un fragmento de tus anécdotas de vestida.
A petición del autor, el Cavernario se disculpa por la insensatez de su anterior comentario.
Pero reconoce que es bastante sospechoso eso de andar caminado entre los callejones sintiendo no sé qué.
Jujuju ya entendí.
Ta chidito mijo.
TEEEESISSSS
MUAJAJAJAJA
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