sábado, 31 de enero de 2009

UNA CORRECTA MUJER

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Mientras uno se lavaba los dientes viendo las noticias en CNN, el otro se escapaba a la sala para despertar con una película de acción y un pedazo de pizza fría. Por las mañanas rara vez intercambiaban palabras. Uno leía las noticas y el otro los comics y los deportes, aunque siempre tuvo predilección por los primeros.

En el trabajo, invadían el salón con una personalidad impresionante; uno tenía una clase interesante y profunda –sus alumnos nunca participaban-; el otro, debatía con sus alumnos en sesiones dinámicas y entretenidas, siempre haciendo referencias a lo misógino del poeta, a lo fantástico del cuentista, etc.

De regreso a casa siempre surgía la misma conversación:

- ¿Cómo te fue hoy?

-Bien, ¿y a ti?

- Mis alumnos no participan nada, creo que no leen.

- Amor, creo que a veces no te das cuenta, el problema no es siempre de ellos, llevas 4 años con alumnos que no participan… ¿quieres una pista?

- No empieces.

Una nube de incomodidad se apropiaba del espacio en el carro, las caras delataban una mueca de coraje y una sonrisa.

La comida era rápida, siempre ordenada de antemano. La justificación: uno no podía cocinar y detestaba los experimentos culinarios del otro.
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Después de que uno limpiaba cuidadosamente la cocina y el otro escondía restos para su próximo desayuno, como una correcta mujer, que no se excede de copas, la tarde declinaba la invitación para quedarse unos minutos más y disfrutar de un buen café. La compañía se tornaba tristemente monótona. Tres sillones de distancia los separaban físicamente; mentalmente, uno se encontraba en discusión con un tal Cassirer, el otro devoraba un libro de Blake alternándolo con versos de Vallejo, cuentos de Balzac, Perrault y Torri. Uno tomaba su café negro con donas glaciadas, el otro lo tomaba con tres cucharadas de azúcar y unas rebanadas gruesas de salami (del corriente). Uno estaba resignado a la realidad y en todos los lugares y situaciones posibles le buscaba explicación, el otro vivía feliz perdido en un libro, entre copas y hadas, tragos y ogros, héroes y muertes, damas y putas y las más: las damas putas.

Por la noche uno dormía con pijama de franela; el otro, por costumbre, dormía desnudo. Era inevitable el azote del dieciochavo frente frío del mes de enero y ni así se atrevían a aventurarse a tener sexo. Como todos los esposos sólo podían dormir juntos.
Por la madrugada ocurrió el siguiente diálogo:

Mujer: oie, ¿Escuchas el escándalo?

Hombre -con un pesado sueño encima-: Sí… gatos, perros … déjalos… ¿te dije que leí otra versión del gato con botas?... muy buena…

Mujer: ¡No dejan dormir con su ruido! ¿Le habló a la policía?

Hombre -tratando de ser coherente-: Déjalos, es el desestresol del viernes, trata de descansar amor, de rato se van.

La mujer -en su clásico papel de mujer- le dice: ¡Maricón! ¡Poco hombre! ¡En vez de que salgas y les rompas la madre a palazos!
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Creo que los jóvenes escucharon el alarido de la linda bestezuela, porque tres minutos después la calle se unía con su no tan divertido amante: el silencio.
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4 comentarios:

Natali H dijo...

fobia al matrimonio o a las damas correctas?

La que no es. dijo...

Uno era bien chido y el otro era su madre...

Aleita! dijo...

salami del corriente, mmm, yo quiero un "otro" así...

TOMADOR ASIDUO dijo...

Lety: Nada de fobia!! o un poquito... a todo.
Ana: Chale, tan aburrida hice a la morra k madre resultó jajaja... creo mija -en defensa de muchas madres- que esta morra nomás es una aburrida snob, de esas que se crean para si un aire superior, de esas que duermen a las 10 pm y desayunan cereal pensando en tacos y gorditas, antros y mota como algo extraño y exótico.
Ale: mija, sal a la calle de esos ai hartos, escoge.