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De los labios más secos e inexpertos, se pueden
extraer con paciencia monacal los deleites más perturbadores y excéntricos. De
los ojos rasgados hasta las fronteras de lo permitido, se puede vaciar el cuerpo
en suspiros o anclar el alma frágil a la mirada. De los dedos de los pies, se
pueden explotar, como minas, las risas. De las curvas imperfectas, se puede
hacer un camino transitable, con vistas que hacen brincar los latidos. Del
cabello negro y largo y ondulado, se puede trepar a los sueños. De las pantorrillas,
se puede hacer un bocadillo para los gustos más exquisitos o utilizar como
terreno para acampar y planificar el asedio. De los senos trémulos, se puede hacer un
objetivo, una gloria, una vida. De la guerra eterna interna, se puede hacer un
papalote para volar con los vientos marítimos de los motivos relevantes que se
despliegan entre tus piernas. De las lágrimas y las gotas de odio que se
derraman cada día, se puede llenar el corazón más saludable pero también los
almacenes del olvido. De las cosas que uno imagina, se pueden pintar las
paredes y las calles, los parques y los estacionamientos. De las palabras, uno
puede hacer lo que se le dé la rechingada gana. De los martes…
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