sábado, 28 de febrero de 2015

Twenty4




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Las demostraciones de pasión falsa se acumulaban en el ropero de las noches, en lo que parecía una penitencia aceptada por costumbre. Rozaba las manos, discretamente, evitando los ojos quisquillosos del espejo. Las mañanas se fugaban en la rutina del escape, la puerta el objetivo, el maquillaje del disfraz desgastado. Todo para salir a recorrer las rutas con la seguridad de la memoria, esperando en secreto un descarrilamiento, un asesinato, una roja figura curvilínea contra corriente. Sonreía en las esquinas, a lo lejos, ante ambulantes ojos verdes o estrafalarios e intrigantes vestidos recortados. Se desplazaba con pasos aprendidos sólo para opacar los pensamientos libertinos del sueño ambulante, necio. La tarea inevitable de la vida aceptada. La circulación de las horas en una punching card amarillenta. La cordialidad de no romper la madre a los superiores. El piano de las letras en una composición ajena, sin alma, sin futuro. Manuscritos olvidados en cajas dentro de gigantes almacenes que sirven propósitos egoístas. Los rostros perdidos en abstracciones se alzan ciegos ante la sombra que se desliza por el laberinto abrumador azul y gris. El timbre que finge libertad suena exhortando con engaños. El peso anudado en la espalda. El sobar las aceras con las suelas, despacio, casi coquetamente. El destino: la puerta, la cama, el ropero. La alegría: rozar las manos.  




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