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Hay una o dos formas de ausentarte, de ser un
fantasma a los ojos de los demás, de escabullirte en las sombras de la vida,
pasos con penumbra en los límites de la inconsciencia humana. La mayoría no
sabe bien cómo llegó a ese lugar y hace lo posible por regresar al sendero más
transitado, usual y sin sentido de la cotidianidad, pero hay otros que no
soportan el mundo de la constancia y se escapan en momentos a esos espacios negros
donde la negación parece ser la vía rectora. Lugares en recovecos
infranqueables, en curvas al final de la calle, bajo las sombras de los árboles
centenarios o tras puertas de madera desvencijada, lugares propicios que despliegan
sombras densas y permiten desnudarse de las máscaras que causan el anonimato.
En estos nidos degenerados, las faldas son más cortas y los cigarros
interminables, se chocan risas y vasos sinceros, se callan las palabras graves
y se deja a la imaginación desvanecerse en un lento fuego etéreo. Aunque hay
quien se sabe mover entre los dos mundos, viajando entre productividad y
perdición, sin extraviarse, la mayoría de los que se han lanzado al precipicio prefiere
el refugio del ensueño, donde la duda tiembla sobre el cuerpo y las afirmaciones
son imposibles, pero donde todo es más intenso y la sensualidad se desplaza con
el aleteo de unas pestañas coronando unos ojos negros y el roce más mínimo de
los cuerpos hace explotar la sangre con euforia. No hay nada comparable al
poder seductor de la inestabilidad; sin embargo, precisamente es en estos
lugares rechazados donde se establecen las mejores amistades, cómplices de lo erróneo,
compañeros de un viaje sin destino. No se puede cuestionar la sinceridad de un
golpe en el rostro, de una mentada de madre, de una risa sin compromiso. Una
copa regalada es un presente invaluable con el cual se conducen operaciones
riesgosas, cortes de bisturí en el pecho, corazones desplegados. Seres que se
encuentran en los vuelcos de las noches y establecen un vínculo incorruptible
entre la carrilla y las pláticas banales. Hay una o dos formas de ausentarte, pero
siempre es mejor hacerlo acompañado.
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