martes, 13 de agosto de 2013

UNDERWEATHER (o reflexiones de un enfermo)




*  *  *  *
*  *  *  *  *


Los sueños para mí son inalcanzables. Por lo menos lo son aquellos que trascurren cuando duermes, porque sufro, sí, sufro, de la inaccesibilidad ocasionada por la mañana. Creo que eso explica, en cierta forma, el mal humor que caracteriza todas mis actividades matutinas, cuando me rehúso a aceptar que no hay recuerdos tangibles de los sueños, las pesadillas o las fantasías. Las mañanas para mí son un momento de ebriedad no buscada, de confusión traslúcida, de un deambular entre dos mundos que me rechazan. La tediosa rutina de una vida planeada exacerba las paredes nebulosas de los cuartos por los que me desplazo. Tres veces casi hago explotar el boiler por un pestañeo demasiado prolongado, un trastabilleo inconsciente que jala hacía a la cama desamparada. El baño es un renacer obligado cuando todavía sientes las gotas sonar individualmente sobre tu cara y aparearse en una masa que te cubre y te lava, poco a poco, la vida nocturna. El baño es el primer aviso del abandono de ese lugar que, por lo que sabes, nunca has visitado. El espejo, por otra parte, es una afrenta irremediable, una mentada beligerante que te saca las mentiras por los ojos y te exprime el corazón y el alma con verdades impronunciables. Siete veces he roto un espejo, sé que mi destino está trazado por esas viejas costumbres y lo acepto como acepto que se me haya negado el derecho a los sueños. La niebla se dispersa en la calle y esa claridad invade con una levedad desesperante este hogar donde, de cuando en cuando, me paseo con los nudillos cortados. El olor a café se expande desde el pocillo azul de peltre que reposa en la hornilla prendida. Un suspiro te hace recapacitar sobre las sensaciones terrenales y, al mismo tiempo, te aleja de ese mundo que te está pariendo otra vez por casi once mil veces consecutivas. Y el calor se desliza por la garganta dejando una alegría colombiana en tus entrañas, así comienza el engaño. Tú que eres yo ya no eres el tú de la noche y los ojos cerrados, tú que pudiste ser un héroe o un asesino, un Indiana Jones o un Moriarty. Los ojos abiertos matan. El mundo se precipita con una estruendosa finitud sobre las cosas, conmoviendo los cimientos de la inteligencia. Abandonados por el mundo de lo posible y ante un terreno estéril y perceptiblemente ingrato nos encontramos atrapados con las anteojeras de la duda e incredulidad. No hay escapatoria más que en el tiempo. No hay escondite más que en las conjeturas mismas. Ya no sé si anhelo el regreso a ese otro mundo donde la locura es regla. Me disculpo, estos días nublados que alegran un corazón moribundo me ponen a reflexionar sobre situaciones sin sentido como si estuviera a punto de recibir la visa eterna para ese mundo ajeno, tan anhelado, tan irremediablemente repleto de menos alternativas. La verdad es que sufro de un simple resfriado.



*  *  *  *  *
*  *  *  *

No hay comentarios: