jueves, 30 de diciembre de 2010

HORDA

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Fuerte el rumor se extendía por las calles. Las sirenas hermosas brillaban en la oscuridad, bailaban sus destellos en las paredes pintarrajeadas. Petardos como en año nuevo. Ruido. El eterno fuego se elevaba. Los danzantes eran desorganizados, el miedo en sus ojos era violento, la adrenalina les maquillaba sus rostros con diabólicas muecas. Como nieve caían los vidrios de los edificios aledaños. La religión y la política no eran la responsables de esta fiesta (algo extraño ya que la historia ha comprobado que son la causa regular de violencia inesperada, esperada, toda). Rabia. Sueños rotos. Desesperación. Todo sucedía en cámara lenta, los balazos, el gas, los gritos, las macanas, los golpes repetidos, los ruegos. Esas fueron las horas malditas antes de que saliera a la venta el videojuego.

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