lunes, 12 de enero de 2009

LOS ESPOSOS

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Lúgubres pensamientos lo azotaban en la cama. Llevaba dos noches sin poder conciliar el sueño. Un sudor sospechoso acompañaba a los escalofríos repentinos; los ojos no paraban de seguir sonidos inventados por su mente cansada. No podía dejar de reparar en esos muslos que antes lo hipnotizaban, en los labios que lo besaban, en esa espalda que se partía linda hacia ese culo perfecto. Definitivamente eran malas fechas para frivolidades sexuales. Todo se había convertido en una nube espesa de nostalgia. Antes no podía quitársela de encima, el sexo se repetía tantas veces durante los días que la casa de dos pisos donde vivían les quedo chica para experimentar nuevos lugares, entonces fueron los bares, las discos, los restas, etc. Todo eso era cosa del pasado, ella seguía perfecta, curvilínea tentación del hombre, él se convirtió a fuerza de martillazos en un hombre común, derrotado por la lo deslumbrante de su pareja.

Después de un tiempo considerable y de la frialdad con que ella lo trataba, optó por abandonar la esperanza y salió descorazonado por mujeres que se ajustaran a su sencillez sin atractivo. Los resultados arrojaban cobijo momentáneo sobre su ego desquebrajado. Sin embargo, sus escapes con mujeres fantásticas, tarántulas de los bares, estaban pospuestos por lo que restaba del año –no por opción propia, sino como resultado de las fiestas y juntas familiares-.

Noches de pensamientos e intentos de suicidio que le parecían ridículos eran opacadas por los planes de escape que para él eran más atractivos; un destierro de la cotidianidad, un rancho lejos de la contaminación prejuiciosa que lo devoraba con cada paso y cada latido. Las ideas llegaban como rayos a su cabeza, pero las sabanas siempre lo inmovilizaban para torturarlo, para agredirlo y acércalo a ella. Entonces sus ojos se posaban sobre su cabello y sus hombros, sobre el cuello seductor que alguna vez mordió cuando su cuerpo respingaba. Trataba de tocarla y el cuerpo rechazaba a la mano, como dos imanes que se repelen. Las lagrimas se le fugaban de los ojos en un silencio mortuorio, así todas las noches esperaba que el sol se asomara por la ventana.

Por otro lado, ella fingía el sueño perfecto.
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5 comentarios:

Aleita! dijo...

con razón no quieres casarte

ésa que no soy yo dijo...

Bienvenido webon!

Cómo siempre poca madre.

Mafufa dijo...

Así pasa!
Muy perrón, me gusta!

Natali H dijo...

Que esposo reprimido te cuenta sus frustraciones? tu todavía no estas casado como para ser proyección.

TOMADOR ASIDUO dijo...

Jajaja morras, no son confesiones ni proyecciones.